viernes, 26 de julio de 2019

Oro en el pecho

Todavía no saben
que en el fondo de mi pecho
hay una mina de oro.

Si lo supieran
no me tratarían así.

Pero es precisamente ese
el motivo por el cual
yo lo escondo.

Porque si lo supieran
mi oro se fundiría
como los glaciares
con el exceso de calor
inundando la tierra,
desbordando los cauces
de sus ríos.

Quizá entonces la tierra
se bañaría de oro
pero sería oro esparcido
y, por lo tanto,
carente de valor.

Sería, seguramente, bonito.
Muchos estarían contentos.
Pero sería un gran error.

Porque el oro que habita
en el centro secreto de mi pecho
solamente puede expandirse
si alguien sabe tirar del hilo.

Solamente da fruto
si permanece escondido
y si alguien con la mirada transparente
llama con golpes suaves y sinceros
a la pequeña puerta que lo alberga.

Entonces sí.

Entonces, si estira del hilo,
brotarán de esa fuente
maravillosos vestidos
con los que vestir
a una humanidad
más digna
que se habrá hecho capaz
de vislumbrar un resplandor dorado
en nuestras miserables pupilas.

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