martes, 31 de enero de 2017

Atención.


       "La tecnología penetra como una inyección intravenosa en el ser mismo del hombre. No es que el hombre esté dominado por la máquina, o que la máquina le venza, sino que parece que un nuevo tipo de hombre, un híbrido, estuviese en gestación dolorosa y problemática. Pero, a pesar de que hayan aparecido ya en estos últimos siglos grandes figuras proféticas y pensadores de gran envergadura, no se ha visto ninguno que como un Sâkyamuni, un Zarathustra o un Confucio haya sido capaz de personificar ese movimiento y de dirigir, de "sublimar", de "hacer precipitar" (en el sentido químico de las palabras) o, por lo menos, de ayudar a nacer este "hombre nuevo" áun en gestación. Hasta ahora se ha tratado, sobre todo, de establecer la base de un comportamiento social, sociológico y económico, pero apenas se ha planteado el problema un punto de vista profundamente religioso, teológico-filosófico y antropológico, que tenga en cuenta esta mutación humana en sentido estructural. Se hace, pues, sentir la falta de un poder orientador de la dirección que este cambio pudiera o debiera tomar. Un poder, que según el viejo esquema tradicional podríamos definir como "profético", es hoy necesario para encontrar un camino que asimile y supere de modo plenamente humano las nuevas condiciones deshumanizantes que nos impone la civilización contemporánea.
      Este poder tendría, además, que ir acompañado por otro, a que podríamos llamar unificador (con las funciones tradicionales antaño asumidas por el poder "real"), que fuera capaz de dirigir con autoridad y de coordinar armoniosamente las diversas corrientes de este movimiento ateo de la humanidad. Sin este poder coordinador, el mensaje de la "modernidad" corre el peligro de desvanecerse en murmullos inconsistentes, o ser víctima de sus propios excesos." 

Raimon Panikkar, El silencio del Buddha, Siruela, 2005, págs. 176, 177 

sábado, 28 de enero de 2017

Responder


       A veces una falta de respuesta, si es consciente, nos dice infinitamente más que todas las respuestas que esperamos: apela a la capacidad que en realidad está en nosotros de responder. Agradezco a todas aquellas personas que con su silencio y sus gestos nos hacen más responsables y libres.

sábado, 21 de enero de 2017

Correr


        Hay algo muy grande en una actividad aparente tan banal como es el acto de correr. Correr --que implica no solamente desplazarse en el espacio a una velocidad superior a la que es habitual sino también, y sobre todo, entrar de un modo más consciente en contacto con la propia respiración-- es un acto que nos permite destrascendentalizar nuestra relación con la existencia y volver a entrar en contacto con lo que es más inmediato: el ritmo, los latidos del corazón, la respiración; y si tenemos el privilegio de hacerlo en un entorno natural, nos permite una nueva relación, más abierta y receptiva, con el entorno. 
      Correr, que aparentemente es un acto puramente rutinario y mecánico, puede convertirse en una gran aventura que, a medida que la actividad del pensamiento disminuye para concentrarse en lo que acontece verdaderamente en nosotros, nos pone en contacto de una manera mucho más directa con la realidad. Tomar conciencia de lo que somos corriendo, nos permite reconocer eso "menos" que somos de lo que nos pensamos y ese "más" que somos de lo que nos creemos (en palabras de Halil Bárcena), lo que inevitablemente es fuente de equilibrio y cordura, al tiempo que nos ayuda a deshacernos de ilusiones y maravillarnos de la realidad. 

martes, 17 de enero de 2017

Ezio Bosso y el gesto


      En una entrevista con motivo de un concierto benéfico en el Teatro Comunale de Bologna para las personas afectadas por el terremoto del sur de Italia, Ezio Bosso dice: “La música es un gesto.” Palabras que nos conmueven especialmente, después de haber visto a Ezio Bosso interpretar en el Teatro Soziale de Gualtieri y reconocer en su gestualidad una  manifestación incuestionable de algo divino. Si hablamos de la manifestación de algo divino en Bosso, estamos hablando de algo que es el polo opuesto a la idolatrización o endiosamiento de una persona. Es precisamente la humanidad de Bosso, su conciencia de que lo que para él constituye la Institución más elevada, es decir, la música, lo que le permite este contacto con aquello que siendo humano, a su vez lo trasciende. Y por eso la música de Bosso tiene un fuerte poder simbólico: nos pone inmediatamente en contacto con la dimensión sagrada de la vida. Y es que Bosso, como dice él mismo de uno de sus grandes referentes y maestros, John Cage, tiene algo de chamán. Se convierte, en el momento en que se sienta frente a su fiel compañero Steinway & Sons, en un mediador entre el cielo y la tierra, y con los pies bien arraigados en la tierra consigue ser portador de una luz que alcanza a su público haciéndolo partícipe de su propio proceso de creación y transformación. Es en este sentido que la música de Bosso es un gesto por excelencia: aquel de poner al servicio de los demás lo mejor de sí mismo.