miércoles, 30 de marzo de 2016

Palabras sin por qué


Silencio de musgo tierno
en esta noche infinita.

Ha caído lluvia de los ríos,
árboles bajaron del cielo,
raíces crecen invertidas
en el alma de un espejo.

Miras sin tiempo la herida
mientras gotas,
lágrimas de silencio,
deslizan su tacto de fuego
desde el interior de tu cuerpo.

Un cuerpo ligero y tan vivo
que late acercando las nubes
al sentir el tacto de la hierba
la música de los días,
claridades que despiertan.

Músicas que no cesan,
el firmamento infinito.

Lágrimas que no piensan.

Fluctuaciones sin sentido.

Silencios, comienzos y días,
de canciones sin heridas,
con cánticos, sueños y puertos
de barcos que no aterrizan.

Atraviesan universos
los órganos que ahora palpitan.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Haikus primaverals


Empremptes d'ocell
sobre el fang tou, trencadis
una flor creix




Largo camino
la marea viene y va
¡orillas del Po!




La petita flor,
una verda extensio
de musica i vent




Aguas que mecen
barcas sobre la arcilla
¡las cien mil grietas!




El groc de la flor
prop de la carretera,
anonima llum




Entre las casas
vigilante está la flor
¡un prado verde!





domingo, 20 de marzo de 2016

¡Regalos de primavera!



Regalos inesperados
de espacio
silencio 
y luz. 

La carretera se abre
hacia un horizonte infinito
que otorga pausas y silencios
al ritmo torpe de los tiempos.




Construyo la identidad
a través de puentes de cerezos.

Dibujas una silueta invisible,
¡navegante indómito, incierto!
al sentir el tacto de la tierra,
raíces que crecen
hacia una luz más intensa 
y una caricia más tenue.

La luna observa y se mece.

Y en el rumor de los ríos
que nacen desde ojos heridos,
 rayos atraviesan las hojas
de árboles que ya florecen.

lunes, 14 de marzo de 2016

Extracto de una novela a destiempo

"En aquel momento Lancelot escuchó un sonido procedente de los matorrales. Era como un quejido, un murmullo, un llanto. Las hojas se agitaban como si alguien detrás las moviera y parecía solicitar ayuda. Lentamente, Lancelot se aproximó al lugar del que procedía el sonido y entre las hojas verdes le pareció reconocer un brillo de color pardo: descubrió unos ojos que lo miraban con esperanza y con miedo. Retiró lentamente las hojas y su mano notó un cuerpo tierno, cálido: allí, agazapada y temblorosa entre las hojas yacía una niña de poco más de siete años, con el cabello del color de la paja y las ropas marrón oscuro hechas trizas. Tenía pequeños rasguños en los nudos de las manos, en los hombros y en las rodillas. Había perdido sus sandalias y los pies desnudos estaban llenos de tierra y barro, al igual que su cara, en la que resplandecían intensos aquellos ojos dorados.
Lancelot se estremeció al contemplar aquel rostro y aquel cuerpo vulnerable y tembloroso perdido  en la noche clara. Observó su armadura y sintió que debía quitársela para poder sostener el cuerpo frágil y conducirlo hacia algún lugar seguro. La niña lo miraba sin decir palabra y de sus cabellos parecía emanar un resplandor de fuego, a pesar de que su piel era muy blanca. El cuerpo de la niña parecía haber quedado atrapado entre los matorrales, enredada entre sus espinas que le habían hecho algunos rasguños. Con cuidado el caballero apartó las hojas y tomó muy lentamente aquel cuerpo entre sus brazos, mientras la mirada intensa de aquella criatura le atravesaba la retina y se clavaba como una espada en su pecho. Lancelot no tenía ni armadura ni caballo. Solamente unos harapos, la lanza rota con la inicial en la empuñadura, y el anillo       que descubriera con sorpresa en su dedo anular cuando todavía estaba en la torre. En el momento en que la tomó entre sus brazos, la niña pronunció un suspiro, volvió a mirarlo atónita, aun temblando, y se quedó dormida.

Era prácticamente la hora del amanecer cuando, tras haber caminado largamente durante toda la noche, Lancelot vislumbró un claro al final del camino, que se abría entre los árboles frondosos y altos, cuyo color de un azul plateado lentamente daba paso a los colores del día, mientras las ramas de los árboles empezaban a teñirse de naranja y de amarillo."

Extraído de La isla de Lancelot du Lac y el reencuentro de Ganarval. Una novela a destiempo, de Miguel Ángel Anónimo (todavía en construcción)   

La dificultad de traducir. Testimonio de una experiencia


[...] Lo cierto es que la traducción de un libro es un proceso largo, que no se limita a trasladar su contenido a otro idioma, sino que pasa por una serie de fases que van desde que a uno le proponen traducirlo hasta que llega a las manos ya definitivamente publicado. Es este proceso lo que me gustaría, lo más brevemente posible, exponer aquí.
Cuando a uno se le asigna la tarea de traducir un libro lo único a lo que en principio puede atenerse, es al título. Cuando se me propuso traducir Sur le maniquéisme et autres essais (así se llamaba entonces) de Henri-Charles Puech enseguida me vino a la memoria un trabajo realizado tiempo atrás a partir del tratado de Plotino Contra los gnósticos, que me había llevado a consultar el primer volumen del libro de Puech, En quête de lo Gnose (En torno a la Gnosis).  Ese era, en aquel momento, el único referente que tenía además del título. Así pues, podía hacerme una idea vaga de lo que trataría, pero no podía imaginarme ni por asomo lo que supondría el traducirlo.
         Desde el momento en que uno decide traducir un libro, hasta que el libro llega a las manos transcurre cierto tiempo. Entonces es imprescindible realizar un buen trabajo de organización. Tuve la suerte de ser aconsejada por una amiga traductora que me advirtió de los peligros en el momento de organizarse el trabajo y de la importancia de dejar tiempo suficiente para realizar la corrección, pues siempre se dejan para el final aquellas cuestiones que no pudieron ser resueltas en su momento por ser especialmente difíciles.
Normalmente, si se dispone de tiempo, es aconsejable leer todo el libro antes de traducirlo. En mi caso, he de confesar que me limité a echarle un vistazo rápido puesto que no estaba segura de disponer de tiempo suficiente, dada su extensión. Normalmente, también, si el libro es un ensayo o una novela, el traductor empieza a traducir por el comienzo y acaba por el final. Tampoco en este caso fue así, porque se trata, según afirma el propio Puech en el Prefacio, de “la continuación, de hecho y por así decirlo el complemento, de dos volúmenes más recientes (En quête de la Gnose, París, Gallimard, 1978) y es, como ellos, una selección de distintos trabajos, una recuperación de escritos independientes, diversos tanto por su naturaleza como por su extensión o su fecha: artículos, conferencias, informes, resúmenes o reseñas de cursos, simples notas o ensayos breves, aparecidos ocasionalmente entre 1930 y 1972 y dispersos aquí o allá en revistas o en colecciones a menudo poco accesibles.” Al ver que los ensayos eran independientes entre sí, decidí comenzar por el más corto, pues pensé que así podría hacerme más rápidamente una idea de lo que suponía la traducción de una unidad, era el apartado titulado: “Pecado y confesión en el maniqueísmo.”
A este siguieron el de “San Pablo entre los maniqueos de Asia Central”, “La concepción maniquea de la Salvación”, “El Príncipe de las Tinieblas y su reino”, “Música e himnología maniqueas”, “Liturgia y prácticas rituales en el maniqueísmo” y “Catarismo medieval y bogomilismo”. Después fueron traducidos los tres pequeños ensayos, que Puech escribiera en su primera juventud, que están al final del libro, “El ciervo y la serpiente”, “Las cárceles de Juan Bautista Piranesi” y “Significación y representación” y finalmente el Prefacio que, eso sí, ya había leído. En él se exponen todas las dificultades que el autor encuentra en la organización de su trabajo y se advierte, ya desde el comienzo, del paralelismo entre la forma del material con el que se trabaja y su contenido. “General o vago”, nos dice al comenzar, “por necesidad, el título dado a este volumen corre el riesgo de prestarse a confusión.”
Tal vez una de las tareas más difíciles del traductor, si bien la más importante, sea la de permanecer fiel en todo momento al texto original. El traductor ha de ser capaz de comprender el sentido de cada frase en el conjunto de la obra, y gracias a un ejercicio de atención lograr desaparecer y convertirse en un puro intermediario entre la lengua de origen y la lengua a la que se traduce, como un instrumento a través del cual pasase una vibración. Siempre transcurre un tiempo hasta que el traductor llega a familiarizarse con el texto de modo que han de ser sacrificadas algunas páginas, las primeras, hasta que puede empezar a escucharse el tono con cierta nitidez. Por eso es tan importante cuando se traduce preguntarse una y otra vez por el sentido de cada frase, no desvincularla nunca de su conjunto. Algo que, ahora que ha pasado ya cierto tiempo desde su publicación y que he podido releerlo con distancia, siento no haber conseguido.
Pero al trabajo de traducción siguen toda una serie de tareas que el traductor novel en un principio desconoce. A la traducción ha de seguir un trabajo minucioso de revisión del texto, han de ser buscados todos aquellos términos que no fueron hallados en su momento, deben revisarse las notas, los acentos de los términos extranjeros que en este caso, he de decirlo, eran muchos y muy raros. El traductor, como el historiador que descifra los documentos de la antigüedad, inicia un trabajo de reorganización del material traducido, tiene que comprobar nombres, fechas, índices; en esta fase del proceso es cuando el traductor se arrepiente por haber confiado demasiado en su capacidad para solucionar todas estas cuestiones al final, puesto que ahora son muchas y el tiempo apremia; en esta fase además siempre se encuentran errores con los que no se contaba y uno se pregunta cómo es que no se estuvo antes más atento. La fecha de entrega, sin embargo, se aproxima y llega un momento en que el manuscrito ha de ser enviado a la editorial.
Y entonces puede el traductor darse un respiro. Hasta que un buen día recibe un correo donde se le comunica que van a volverle a enviar el manuscrito ya corregido para revisarlo una segunda vez. Algo con lo que tampoco se cuenta, pues por entonces han pasado muchas cosas y uno ya se ha olvidado. Transcurrido algún tiempo se recibe un día en casa el manuscrito ya finalmente publicado.
Normalmente, cuando se realiza una traducción, el proceso se termina con su publicación. En este caso, sin embargo, tampoco ha sido así. Ahora, después de casi medio año desde que fuera publicado, vuelvo a encontrarme reflexionando sobre el trabajo realizado, después de haber vuelto a ojear el libro y haberme sorprendido corrigiendo casi de forma inconsciente sobre el texto definitivo. Ahora vuelvo a verme con la misma actitud del historiador que ha de revisar de nuevo los documentos, recomponer fechas, reorganizar el material en busca de algo así como un sentido. Y releo con asombro el final del Prefacio, que precede a los agradecimientos, con el que concluyó la traducción:


“Asimismo, el modo artificial de su composición, las diferencias de fecha y de estilo de los textos que comprende y que consignan los resultados de una investigación enriquecida y modificada sin cesar por el descubrimiento de nuevos documentos y, por ello, siempre inacabada, condenan a una selección de este género a permanecer imperfecta […] La pureza está amenazada por la mancha; lo absoluto, comprometido por lo relativo. Nuestro mundo, como todo lo que hay en él o es suyo, resulta así de una “Mezcla”; es, tanto por su constitución como por su origen, “mezcla”; no hay nada que no sea defectuoso, incompleto, “mezclado” –mezclado de bien y de mal, de claridad y de sombra, de verdad y de error. No podía ser de otro modo en esta obra.”

A partir de la traducción de Sur le maniqueisme et autres essais, de Henri-Charles Puech. (Siruela, 2006)

domingo, 13 de marzo de 2016

Tiziano Terzani


    Al mirar las estanterías de la casa donde actualmente me alojo, veo Lettere contro la guerra, de Tiziano Terzani, que no conocía. Lo tomo, y leo la introducción a las cartas iniciadas a partir de los sucesos del 11 de setiembre del 2001 que, según él nos dice, "era stata l' occasione di svegliare ed aizzare il cane che è in ognuno di noi." Sus palabras (transcribo aquí solamente las últimas de la introducción) me conmueven:

    "Con queste lettere non cerco di convincere nessuno. Voglio solo far sentire una voce, dire una altra parte di verità, aprire un dibattito perché tutti prendiamo coscienza, perché non si continui a pretendere che non è sucesso niente, far finta di non sapere che ora, in questo momento, in Afghanistan migliaia di persone vivono nel terrore di essere bombardate dai B-52, che in questo momento un qualche prigioniero, portato incappucciato e incatenato a venti ore di volo dalla sua terra, viene ora 'interrogato' su un ultimo lembro di terra coloniale degli Stati Uniti a Guantanamo, nell'isola di Cuba, mentre gli strateghi della nostra coalizione contro il terrorismo stanno preparando altri attacchi in chi sa quali altri paesi del mondo.
    Allora io dico: fermiamoci, riflettiamo, prendiamo coscienza. Facciamo ognuno qualcosa e, come dice Jovanotti nella sua poetica canzone contra la violenza, arrivata fin quassù nelle montagne: 'Salviamoci.'
            Nessun altro può farlo per noi.

Nell' Himalaya indiana, gennaio 2002."


      Pienso con tristeza en los recientes atentados de París y tantos otros sucesos de los últimos tiempos, aunque me alegra pensar que al menos ahora, transcurridos ya muchos años de aquel suceso inicial, Obama ha presentado por fin el plan de cierre de Guantanamo, como leí en el Corriere della Sera, del que Terzani era corresponsal, hace unas pocas semanas.  Que las cárceles mentales en las que muchos de nosotros tan a menudo habitamos, se vean también liberadas. 

       Y una pequeña canción como signo de no indiferencia contra una lucha que es también la nuestra, pues la búsqueda de la paz no es pasiva, sino combativa, en el mejor sentido de la palabra: 

https://www.youtube.com/watch?v=9jcsFxLnlgw

miércoles, 9 de marzo de 2016

¿Cómo?


NO ESTAMOS CONDENADOS A REPETIR INDEFINIDAMENTE NUESTROS ERRORES NI LOS ERRORES QUE ATRIBUIMOS A NUESTROS PADRES.
 LA CUESTIÓN, QUE NO SABEMOS, ES CÓMO. 
¿CÓMO?

martes, 8 de marzo de 2016

Sobre la voz y otros



Transcribo una serie de frases halladas en una vieja libreta de apuntes, un 13 de enero del año 2006:


"Aprender a escuchar la voz por encima del ruido. No distraerse"

"Dejar de oír para volver a oír aún mejor."

"Recuperar la propia voz no tiene precio."


"El alma es un pájaro blanco que ha de ser liberado del cuerpo (o devuelto al cuerpo) a través de la voz."

Y un poco más adelante:

"Es la proximidad de la madera al fuego la que hace que el fuego prenda. En nuestras manos no está hacer que arda el fuego sino el cuidar de que haya siempre madera cerca."

Aura mediocritas


  Hoy me he propuesto como misión principal del día reconciliarme con una palabra a la que tengo auténtica aversión: la palabra mediocridad, del latín "mediocritas".
     Para ello (no vamos a engañarnos) recurro en primer lugar a la wikipedia y leo para mi sorpresa que el término se acuña por vez primera en las famosas Odas de Horacio, quien dice:

Auram quisquis mediocritatem
diligit tutus carem obsoleti
sordibus tecti, caret invidenda
sobrius aula.
    
El que se contenta con su dorada medianía
no padece intranquilo las miserias de un techo que se desmorona
ni habita palacios fastuosos
que provoquen a la envidia.

    
  Me consuela encontrarme con el origen noble de esta palabra, que de inmediato --huyendo según un vicio connatural a mi persona de todo lo que huela a exceso de normalidad--, me remite al bueno de Aristóteles y a su ideal de justicia, siendo en su caso la mediocritas una virtud, cuyas grandezas para educar a los espíritus indómitos en el arte de la templanza, la belleza, el equilibrio y la armonía continuará alabando su discípulo Platón. No menos entusiasmante es remitirse el origen todavía más remoto de la palabra y descubrir que la encontramos ya en los pitagóricos o en algunos mitos todavía más antiguos como aquel en que Dédalo aconseja a su hijo Ícaro, para poder escapar del Laberinto de Creta, volar "ni tan alto que el sol derritiera la cera ni tan bajo que el mar empapase las plumas." Pero Ícaro desobedece, y cae al acercarse excesivamente al sol. Hasta aquí la Wikipedia.
      Pero, ¿qué ocurre cuando la palabra mediocridad, alejada de sus nobles orígenes, queda simplemente rebajada a la actitud del burócrata que se limita a "hacer  lo que le dicen" o la de muchos de nosotros cuando, sumisos, nos hacemos incapaces de ser quienes realmente somos que es lo que único que en definitiva nos permite alcanzar la cúspide de nosotros mismos, la excelencia, sin agravios comparativos de ningún tipo? Parece evidente que hay algo en la historia de este término que ha fallado. Pues si en la antigüedad la mediocritas era casi condición sine qua non para la excelencia, hoy lo es casi para lo contrario. Lo que nos lleva a reconocer en ello un fenómeno de lo más insólito: la palabra que, por excelencia, definía el "justo medio" en los añorados tiempos de la Grecia Antigua, ha caído hoy en la terrible hybris ("desmesura") de significar su opuesto.
     Y esto, queridos amigos, no es más que una nueva constatación de los signos de nuestros tiempos: el capitalismo y la globalización por un lado; cumbayas y hippies alternativos sin mucho eco social por otro; el imperio de la tecnología y las ciencias de la comunicación en la era en que un lenguaje distorsionado ha llevado a una incomunicación absoluta; la necesidad de datos, papeles y firmas para poder fiarnos de una identidad que ya nada tiene que ver con nuestra verdadera esencia, mientras que nuestra palabra ha perdido su autoridad y su valor. 
     ¿No sería entonces infinitamente más sano correr el riesgo de ser devorados, como Ícaro, por los rayos del sol, que permanecer adormecidos a la sombra de montañas y montañas de papeles en el último rincón de un despacho anónimo y anodino? ¿No hay algo en el exceso de mesura que como en la desmesura finalmente nos está deshumanizando? Ojalá la mediocridad fuera realmente mediocritas y los sofistas volviéramos a ser filo-sófos. Tal vez así recordaríamos y recuperaríamos aquella sabiduría de los antiguos que si bien vivían desprovistos de ordenadores, internets, cell phones y what' s up' s, sí sabían al menos discernir entre lo que tenía valor verdadero y lo que carecía de él. Pues desde aquella perspectiva que por desgracia no es ya la nuestra, "ser mediocre" no se situaba en el otro extremo de "ser justo", "bueno", "valiente" o "bello." 

domingo, 6 de marzo de 2016

No t'oblido

No t'oblido
i a cada instant que passa
 es mes fort, malgrat meu
el tacte de la pell,
l' olor del teu record
des del batec de l'anima.

No t'oblido
i quan veig en la nit fresca
la tremolosa llum de Venus
des del balco,
mes enlla de la meva finestra
-o sobre els arbres retallant
el blau electric del capvespre-
el record d'aquell gest tendre
que dibuixa un somriure intel.ligent
no em deixa.