martes, 7 de enero de 2014

UPF, 7 de enero 2014

 
      Comienza el curso y parece que de momento no va a resultar fácil soportar las horas de estudio intensivo en la bibloteca, por lo que opto por salir al exterior e intentar hacer algo un poco más productivo que no suponga un aislamiento tan repentino respecto del mundo circundante. Sé que es importante confrontarse con los propios límites, pero de momento no parece que mi psicología sea capaz de soportarlo. Por eso salgo al sol a escribir. Hace un día espléndido a pesar del rumor constante de los estudiantes en el patio sobre cuyas cabezas se escucha el piar sosegado de un gorrión. Ha depositado su cuerpo volátil junto al mármol sobre el que ahora escribo y parece querer comunicarse conmigo en un lenguaje extraño. No ha sido sin embargo mucho el tiempo que ha transcurrido desde que aterrizara y emprendiera su melodía al ritmo trepidante del tecleo sobre el ordenador.
     Me piden que me sitúe frente las líneas de color negro sobre el papel blanco, como una suerte de barrotes ante los que uno debiera colocarse si es que anhela alcanzar una liberación. Pero siempre he pensado que no hay mas liberación que la que consiste en verter al exterior lo que sucecde en la interioridad y que no podemos identificar hasta que en efecto se pronuncia. Pero de lo que aquí realmente se trata es de mantenerse con vida. Dejar de tenderse trampas a uno mismo y de huir de la angustia que nos supone confrontarnos al sinsentido existencial.
 
 
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     De lo único de lo que verdaderamente se trata es de ser capaces de liberarnos de nosotros mismos, de nuestras propias trampas, de nuestors condicionamientos, nuestros miedos, nuestra debilidad y nuestra incapacidad para reconocer en el otro una necesidad aun mayor que la nuestra. Pero, a veces, debemos también ser capaces de sabernos y reconocernos totalmente necesitados para poder acoger aquello único que tal vez pueda ser fuente de liberación. Una vez encontrada esta fuente, ¿cómo dar con un modo de compartirla o repartirla entre nuestos contemporáneos? La pregunta que emerge es la de si es realmente necesario que pasemos por el conocimiento de la tradición, si no basta en realidad con hacer una donación libre de lo que en esencia ya somos, a pesar de la pobreza que ello en realidad comporta debido al carácter absolutamente individual de aquello que desde allí podamos ofrecer. Trascender lo personal y lo individual, esa es la taera que tan arduamente se nos ha asignado. Pero, ¿debemos hacerlo desde las profundidades de una biblioteca? ¿No podemos hacerlo al aire libre, bajo el sol, mientras observamos el vuelo de los pájaros y el crecimiento de los árboles en el jardín? ¿No podemos hacerlo libres de lugares y tiempos determinados, obligados a cargar de arriba abajo con el peso de los libros? ¿No podemos encontrar un modo más directo e inmediato de comunicación con la fuente de la vida? Creo que sí. Creo que podemos y debemos encontrarlo sin aprisionarnos en obligacioones que no anhelamos realmente cumplir. ¿O tal vez acaso de trate de realizar lo que debamos bajo una nueva luz? Tal vez no se trate tanto de qué sea aquello que hacemos cuanto de que lo hagamos con el espíritu libre a sabiendas de que nuestra tarea responde a un fin superior y que es desde algún lugar de las alturas desde donde hemos sido llamados a desempeñar dicha tarea en la tierra. No huir por tanto del malestar y del dolor que son propios de nuestro paso por este mundo y afrontar así las cadenas cuya asunción radical solamente pueda, tal vez, ser fuente de liberación.
 
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     Hemos logrado desplazarnos algunos pocos grados respecto de nuestra situación anterior y nos hallamos en estos momentos bajo el calor del astro ardiente que esperamos alumbre nuestros pasos a partir de este momento.
     Mi principal error consiste en que tengo unas dificultades inmensas para atender a lo que ocurre a mi alrededor. Es como si algo en mí estuviera blindado, algo que me impide establecer una dinámica fluida con la que hacerme capaz de dar algun tipo de respuesta. Necesito que se alimente mi núcleo interior, que poco a poco tenga suficiente confianza como para no encogerse ante los primeros peligros y que pueda entonces ser una guía básica para todos y cada uno de los movimientos de esta pobre naveganta que sin cesar pierde su rumbo.
     ¡Por favor!
     ¿Cómo saber qué hacer, qué decir, si ni tan siquiera soy capaz de prestar atención? Encuentro grandes dificulates para escribir en diálogo con otros y solamente puedo expresar la pobreza de esta condición marcada por la ignorancia y la incomunicación. ¿Sobre qué escribir si ni siquiera se ve cuanto sucede a nuestro alrededor? Entiendo que escribir es en cierto sentido ser capaz de poner en palabras aquello que se ve. Pero para ello es necesaria la observación. No observación de lo que sucede en otro lugar del planeta sino aquí mismo, junto a mí y junto a ti, en lo que nos es y resulta más cercano.
     Ha llegado la hora de decir que sí a la luz desde este instante y para siempre, dejar de negar que está aquí y que resplandece delante de nosotros y guía nuestros pasos. Es en realidad sencillo, basta con mantenerse libre de obstáculos y de ideas preconcebidas... Pero escribo esto para manifestar el deseo de que la vida me ponga en situación de no tener más remedio que responder. Anhelo que me obligue a tener un contacto mas verídico y cercano con la realidad, que me de ocasiones para abrir los ojos y contemplar de verdad.


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