sábado, 14 de febrero de 2015

Los misterios del Shabbath

         

           Estaba esta tarde de sábado tranquilamente en casa jugando al pilla-pilla y al escondite con mi gata, cuando al ver a través de la ventana cómo se difuminaban las nubes y reaparecían en el cielo algunos rayos de sol, he decidido salir a dar un paseo. Entristecida por el súbito abandono --y también, por qué no decirlo, felizmente insumisa--, la gata se me ha subido a los hombros mientras me ataba los cordones de los zapatos, al sospechar que se le avecinaban algunas horas de tedio por delante. Así que, ni cortas ni perezosas, hemos cruzado ambas el umbral de la puerta y hemos salido al exterior, ella mirando al frente cual musa sobre mi hombro derecho, y yo procurando mantener la normalidad y compostura ante tan peculiar situación.
           Y cual no ha sido mi sorpresa cuando, al pasar por delante del Súper Mercado y ocurrírseme comprar algo de pienso para mi pequeño felino, va y en vez de decírseme que está prohibido adentrarse en los lugares públicos con animales domésticos, me he visto acogida con dulces sonrisas y gestos de gran amabilidad, mientras se me decía que podía entrar si así lo deseaba, siempre y cuando mi pequeña tigresa semi-domesticada permaneciera a esa misma altura prudencial del suelo.
             Así se han ido sucediendo toda una serie de entrañables encuentros por el barrio: con la mujer que vendía flores en la esquina... con una extraña pareja (más que la que probablemente formábamos Queralt y yo) a quien he tenido que narrar con pelos y señales el cómo de mi encuentro con la gata y el por qué de su carácter agradecido y afable (¡cómo se nota que desconocen el dolor ácido que produce el contacto de la punta de sus uñas afiladas con la piel!), en la frutería más adelante...
           En fin, que gracias a este inesperado salto de Queralt sobre mis hombros antes de cruzar el umbral de mi casa esta tarde, lo que no habría sido más que un anodino paseo de fin de semana se ha convertido en un paseo que, si no extraordinario, sí ha sido al menos suficientemente memorable como para hacerse digno de ser narrado ahora aquí.

              Feliz tarde de sábado!

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