Este es un espacio para compartir escritos breves, reflexiones, testimonios de experiencias vividas, relatos o incluso algún poema ocasional... A este blog lo acompañará otro de la misma autora titulado "Pensar con otros", destinado a textos que, a diferencia de lo que sucede aquí, nacen de la lectura de otros textos o del visionado de películas o exposiciones. BLOG PROTEGIDO POR COPYRIGHT.
lunes, 22 de diciembre de 2014
Vida
Abandonas idea y pensamiento
cuando lentamente la sangre se derrama
en las cortezas de árboles antiguos
que respiran en el silencio de la tarde;
lejos de tópicos de ángeles ciegos
cercan el reino de lo simple,
de lo etéreo.
Dejo que la sonoridad del tiempo
brote como la pluma de la tinta
violeta, verde o amarillo
de aquel pavo real que mira.
Sin viaje y sin desplazamiento
recuperamos el rumor de aquellos pasos
bajo una cúpula celeste que recuerda
todo lo valioso entre lo vano.
Lentamente van cayendo las sombras
y en las miradas de los más cercamos,
ya sean jóvenes o ancianos,
resplandece una nueva luz
que me hace confiar en algo incorruptible
en lo bello incesante, indiferente
a toda decrepitud.
Imposible olvidar ahora
la suavidad del firmamento
al contemplar un cabello rojizo,
al escuchar el murmullo de la naturaleza
y ver un alma que se eleva por encima
de los ruidos de la ciudad.
La Navidad se acerca...
Esta luz dorada sobre la madera
a la hora en que el día comienza a declinar
ilumina el jolgorio de los pájaros
que celebran la alegría de tardes,
recortes sinuosos de los árboles,
sobre un cielo naranja e infinito.
Pronto habrá de llegar la Navidad
y pupilas alumbran los sentidos
que en el interior de entrañas ardientes
acarician dulcemente el recuerdo
del sabio que renace entre la arena.
La madera susurra aquel lenguaje
de abuelos en las bibliotecas,
la calidez de un pecho abierto
que ha derramado sangre y fuego.
jueves, 18 de diciembre de 2014
Aprender a mirar
Sumisos ante nuestras propias
sombras
Olvidamos con demasiada frecuencia
Inclinar la cabeza hacia la luz.
Y volvemos el rostro
Siempre en el momento impreciso
En que la luz que hay en nosotros
Podría también arrojar luz
Sobre el amigo que nos alumbra.Nota: el hombre es el único animal que tropieza más de 1000 veces con la misma piedra... habrá que comprarse otro burro!
miércoles, 10 de diciembre de 2014
La muerte
La
muerte es como un aguijón agudo
Como
una mordedura en las entrañas
Que
deja el cuerpo y los músculos entumecidos
La
cabeza densa y pesada
Como
si la sangre del cuerpo hirviera
Como
si te atravesara una espada.martes, 9 de diciembre de 2014
Atardecer temprano
Al Nanu, de Cadaqués
En la hora en que la juventud comienza a declinar
En la hora en que la juventud comienza a declinar
Paseas tu recuerdo por las calles y avenidas
Mientras la luz del sol se cuela
Entre las hojas de los árboles de otoño.
Te preguntas dónde se fue lo que no está
Y lo que queda todavía de avenida,
De la calle cuyo final intuyes ya
Pero que todavía no imaginas.
En este atardecer temprano de tu vida
Te acompaña fiel y sincera la guitarra
Se cuela la madera entre las tazas de café
las sonrisas silenciosas de los viejos,
Las redes olvidadas por los niños.
Hoy te has levantado con el alba
Y has mirado con calma el agua oscura
Recordando aquel tiempo aun cercano
En que siluetas de barcas y de redes
De pescadores ancianos y salados
Iluminaban la bahía.
Rocas acariciadas por el agua
Han ido esculpiendo lentamente el recuerdo
¿Te imaginas cómo será esta costa árida
Sin su soledad, sin
sus rostros ancianos
surcados de arrugas por el viento y por el mar,
y los ojos que atestiguaban lo infinito?
Pronto las barcas de los ricos
-ricos que no tienen ni historia ni pasado-
Inundarán con el ruido de sus motores la bahía
Y los cuervos en la madera de los mástiles
Tañerán canciones sombrías.
Tal vez quede todavía entre las sombras
Una mirada azul perdida
Que pueda devolverle al mar el agua pura
Y a las costas su soledad salvaje
Y tal vez vuelvan así a gritar al viento las gaviotas
Con un silencio antiguo, susurrando,
Nuevas, cálidas melodías.
Las cantarán quizás los nuevos marineros
Capaces aún de navegar sin mapas y sin brújulas
De perseguir la última estrella de la noche
Y celebrar el nuevo día.
sábado, 29 de noviembre de 2014
Los paisajes de Noruega
Hay una tierra, en el norte, donde las montañas parecen hablar un
lenguaje antiguo, donde el reflejo de las nubes señala un movimiento estelar.
Entre los fiordos y a pesar de los turistas (que no son muchos) se siente la
presencia magnánima de la montaña, que vigila impasible los movimientos escasos
de los humanos a sus pies. La presencia del agua es constante en esta tierra:
las entradas del mar entre las rocas, las cascadas que descienden las cumbres
desde los glaciares y se deslizan en el agua del río de distintos colores.
Las rocas, en este paraje, nos hablan de un silencio antiguo. Hay en
ellas una enorme quietud y una presencia constante de animales que en silencio
las vigilan
viernes, 14 de noviembre de 2014
Bendita soledad
Hoy es la soledad
quien se agazapa entre el frío y la lluvia.
Observas cómo pasan las nubes plateadas,
cómo el ajetreo continuo de los vasos
y de las tazas
golpea con su ritmo la madera
mientras la luz de una lámpara ilumina
las láminas color de pergamino.
lunes, 10 de noviembre de 2014
Espera
La espera cae lentamente
entre los árboles del patio.
En la penumbra de tus sueños
vislumbras un horizonte inmaculado.
Has pensado algunas veces
en abandonar los días.
Pero, de pronto, al caer la tarde
contemplas cómo
se deshacen, tiernas, las hojas,
la luz dorada entre los árboles
y, de nuevo, respiras.
Entonces el tiempo ya no se dilata
ni se contrae, tampoco;
solamente el suspiro de la tarde
que como un viento acaricia
el llanto solitario de tus dedos
y una luna pálida, silenciosa
que mira.
Llegó la noche,
y la noche tendió su manto.
jueves, 6 de noviembre de 2014
domingo, 19 de octubre de 2014
Al caer la tarde
Si la sombra del jardín
abandona tu silencio
y se abre paso entre el tiempo
esta espada luminosa,
ves emerger la figura
que habita dentro del mármol
sus contornos afilados
que ahora surcan
con sus reflejos dorados
tu transparencia y tu luz.
miércoles, 8 de octubre de 2014
La flor del almendro
Has declinado el recuerdo
en la hoguera de la mañana.
Danzan largas avenidas
bajo un cielo esplendoroso
y mi imagen, tu sonrisa
traza un paisaje en el rostro.
Esperas a que luna
te convoque desde el fondo
pero la calidez del almendro,
la nieve de la avenida,
vuelven tu recuerdo hermoso.
No sempre, quan escrivim, sabem què volem dir, ni a qui o a què ens adrecem. Però de vegades el mateix procés d'escriptura pot ser aquell mapa que ens ajudi a descobrir-ho... Ho esperem!
lunes, 6 de octubre de 2014
Ser fiel
Fidelidad,
acaba la jornada.
Danzan bajo la
lluvia los silencios
y alegres
navegan de noche las palomas.
He soñado que
el horizonte se aplacaba,
que una tregua
transformaba los días
como a veces
transformo en sueños la palabras.
He visto cómo
ardían tus entrañas
al tiempo que
el color de la mañana,
¡cielos!, se reflejaba
en tus pupilas.
Se prolongan
los cantos en invierno
ahora que la
tortuga silenciosa
desenvaina la
espada
mientras un
cántaro de azul plomizo
se disuelve ya
entre las aguas.
Mientras tus
ojos ahora en calma
miran el mar
tras las cortinas
y la luz
cálida de la mañana
se deshace en
tu entraña, como espinas.
sábado, 23 de agosto de 2014
Jordi Savall en Cadaqués
Hay otra manera de mantener la historia viva: la
música. Tenemos la suerte de contar en nuestro país con la presencia del gran
compositor, músico, musicólogo, director e intérprete Jordi Savall, que ha consagrado
casi toda su vida junto a Montserrat Figueras (fallecida de un cáncer
hacer pocos años) a interpretar músicas, algunas desconocidas, otras no
tanto, de la Edad Media, del Barroco, del Renacimiento…
Sentado
frente al altar de la Iclesi de Santa Maria de Cadaqués, sin más acompañamiento
que el de una tenue iluminación sobre su viola de Gamba, Jordi Savall se
permite excepcionalmente hoy improvisar. Después de cada una de las piezas, que
toca como si arrancase de un corte seco y enérgico las notas de las cuerdas del
instrumento, pero limitándose a acariciarlas suavemente, Savall nos explica qué
ha hecho. Nos habla de la pieza que ha tocado, de la afinación necesaria para
cada una de ellas, del hecho de que se dispone a realizar una improvisación.
En el
momento en que empieza (he conseguido entrar en el concierto de puro milagro)
siento enseguida su poderoso magnetismo y noto cómo sin quererlo soy conducida a un estado de concentración
tal que me olvido de mí misma y de las personas que hay entorno. A veces una
música, como un poema, un texto, un paisaje, una palabra dicha en el momento
justo, nos remiten repentinamente a nuestra esencia. De pronto nos damos cuenta
de que estábamos como olvidados de lo que realmente somos, y recordamos, con
una familiaridad sorprendente, aquello que nunca hemos dejado de ser.
Es lo mismo que se experimenta cuando uno se encuentra con un viejo amigo. Algo
en nuestro interior se ablanda, al tiempo que nos estiramos, como si nos
levantásemos de pronto de un extraño letargo.
Escuchamos el sonido del arco sobre las cuerdas y sentimos la madera del instrumento
que crepita, que se abre como un árbol y nos acoge dentro de sí a través de sus
anillos que por fin nos conducen hasta el interior de la tierra desde la que
volvemos a emerger con renovadas fuerzas y una conciencia más lúcida. A partir
de aquel momento sabemos que no podemos sustraernos al hecho de que nos hemos
hecho partícipes de lo que sucede aquí. Que no somos músicos, pero que en la
recepción de esta música que repentinamente se ha abierto a nosotros, nos hemos
transformado a su vez en instrumento que sigue ya unas órdenes precisas, que nos hacen más libres. Y de nuestro propio cuerpo emergen notas y melodías,
nuestro cuerpo que ha abandonado ya su lugar erguido junto a una columna y se
desplaza de un lugar a otro del tiempo y del espacio, en una suerte de danza. ¿Se habrá dado cuenta el compositor de nuestra participación
silenciosa?
De la columna vamos hasta las escaleras donde hay una mesa con CD’s y algún libro, donde leemos Pro Pacem. Allí están todos ellos: Antoni Tàpies, Raimon Panikkar, Fatema Mernissi, Edgar Morin, el propio Savall… Personas ejemplares que por su ejemplaridad, a pesar de hallarnos a millones de años luz de ellas, hacen que sintamos su familiaridad. Personas, humanas y defectuosas como todos, pero universales. Y esa universalidad nos alcanza en un nivel profundo, parece atravesar nuestro ser como un relámpago eléctrico. Somos la cuerda de un arco que ha sido tensado y que se dispone en breve a disparar la flecha que habrá de dar en el centro de una diana invisible. Pero ese centro es inalcanzable y la flecha permanece siempre en suspensión sobre la cuerda tensa. Siguen los movimientos. Los comentarios de Savall entre una pieza y otra parecen indicarnos que nada es arbitrario, y que nuestro movimiento es consecuencia directa de los del arco de la viola de gamba sobre las cuerdas. Pero no oponemos resistencia aun y a pesar de sabernos dirigidos. Hay una firmeza y sequedad en el modo en que las notas suenan. Y esa misma sequedad nos lleva al piso superior de la iglesia, nos mueve a descender de nuevo, a tomar el libro en el que reconocemos muchas lenguas además de las románicas, hebreo, árabe…
De la columna vamos hasta las escaleras donde hay una mesa con CD’s y algún libro, donde leemos Pro Pacem. Allí están todos ellos: Antoni Tàpies, Raimon Panikkar, Fatema Mernissi, Edgar Morin, el propio Savall… Personas ejemplares que por su ejemplaridad, a pesar de hallarnos a millones de años luz de ellas, hacen que sintamos su familiaridad. Personas, humanas y defectuosas como todos, pero universales. Y esa universalidad nos alcanza en un nivel profundo, parece atravesar nuestro ser como un relámpago eléctrico. Somos la cuerda de un arco que ha sido tensado y que se dispone en breve a disparar la flecha que habrá de dar en el centro de una diana invisible. Pero ese centro es inalcanzable y la flecha permanece siempre en suspensión sobre la cuerda tensa. Siguen los movimientos. Los comentarios de Savall entre una pieza y otra parecen indicarnos que nada es arbitrario, y que nuestro movimiento es consecuencia directa de los del arco de la viola de gamba sobre las cuerdas. Pero no oponemos resistencia aun y a pesar de sabernos dirigidos. Hay una firmeza y sequedad en el modo en que las notas suenan. Y esa misma sequedad nos lleva al piso superior de la iglesia, nos mueve a descender de nuevo, a tomar el libro en el que reconocemos muchas lenguas además de las románicas, hebreo, árabe…
Y por fin, ya al final, Savall decide en el segundo bis volver a realizar un pizzicato que nos recuerda con indudable
claridad el momento en que hemos abandonado la columna sobre la que en un principio
nos hemos apoyado y a la que regresamos cerrando así el círculo en señal de
respeto a la armonía. Círculo que habremos de volver a abrir.
La música de Savall es como un canal nuevo que se
aparece para dar respuesta a muchos de nuestros enigmas. A través de la música,
que es casi una liturgia pero de una complejidad mayor, es posible rescatar de
una manera quizá todavía más viva y profunda el mensaje imperecedero de los místicos,
que atraviesa los siglos y escoge a algunos servidores humildes y dispuestos, para sobrevivir, al tiempo que nos da la vida. Perceval, al final, se encuentra
con Savall. Y entre uno y otro, sin que lo sepamos, toda la tradición
trovadoresca.
martes, 8 de julio de 2014
Fragmento de una ascensión al Teide
El Teide es un volcán; corazón de una
isla situada en pleno Oceáno Atlántico, tierra de formas y recovecos
imposibles, fruto de la solidificación de la lava que en el momento repentino
de la erupción atraviesa todas las capas de la tierra y el agua del océano,
hasta emerger en el exterior como una enorme bola de fuego en dirección al
cielo, precipitándose de nuevo al mar que la irá enfriando de nuevo hasta
convertirla, con mano escultórica, en enormes pedazos multiformes que parecen
haber sido desgajados de la tierra. Sus erupciones, al herir y atravesar la
corteza terrestre cuyas raíces invisibles se encuentran sumergidas en las
profundidades del mar, convertirían el líquido ardiente al solidificarse, en
montañas que, reunidas en aquella zona del inmenso Océano, formaron las así
llamadas Islas Afortunadas. Canarias, según supe después, no sería sino el
nombre que se dio a estas islas-volcanes cuando dejaron de pertenecer al
Imperio romano. Más tarde, ya en la Edad Media , llegarían a su costa los normandos,
poco antes de su colonización por parte de los españoles, y llamarían guanches
a sus habitantes; palabra formada por “guan”, que en la lengua originaria de
canarias significa “hombre”, y “anache”, que quiere decir literalmente Isla que
Retumba. Los guanches habrían sido así literalmente para los normandos los
hombres de la isla que retumba.
Pero
lo verdaderamente impresionante de la isla de Tenerife era el hecho de que se
podían ver, al desplazarse por su superficie, los distintos estratos temporales
que la habían ido conformando, de erupción en erupción. Así, al llegar a una
parte considerablemente elevada del Teide, sorprendía encontrarse con unas enormes
piedras de color negro con forma de huevo que habían permanecido en la ladera,
de una fina arena blanca, cuyo color revelaba una tierra-lava muy anterior a la
de la enorme lengua negra que se extendía, magnífica y fabulosa a un tiempo,
sobre su parte más elevada, como una suerte de monstruo que hubiera caído
rendido, tras una interminable batalla, sobre su superficie. Más tarde supe que
aquellos inmensos pedazos de roca negra eran producto de la lava que se había
dispersado durante la última erupción, y habían quedado alejados y desgajados
de su origen. Su forma ahuevada no parecía tener explicación, pero fácilmente
podría haberse creído que se trataba de los fósiles de huevos de algún animal
gigantesco, tal vez alado, y ya desde tiempos remotos en extinción. Sorprendía
ver esos pedazos inmensos de piedra negra ahuevada sobre la arena blanca de la
ladera, a lado y lado del camino, entre las piedras de lava rojiza y
amarillenta entre las que se veía crecer, de vez en cuando, algún arbusto. Más
tarde supe también que solían crecer por esa zona las llamadas flores de
violeta, unas hermosas flores muy pequeñas, de ese mismo color, cuya fragilidad
hacía que pareciera prácticamente imposible su existencia en aquel lugar. Pero
allí, en medio de la aridez de lava negra, crecían sobreviviendo también ellas
al paso del tiempo.
Había
recorrido ya un largo trayecto hasta alcanzar la zona en la que se extendían
los múltiples huevos negros. Poco después, si se seguía avanzando por el mismo
camino, se llegaba a una enorme pendiente pedregosa que según supe más tarde
conducía a un refugio, y a la que regresaría después. Ese era el camino que
debía tomarse si se quería llegar arriba del todo, pero consciente de la hora
tardía y de que el último bus que habría de devolverme a la Orotava no tardaría
en salir, tomé un pequeño desvío en vez de aventurarme a escalar por la
pendiente pedregosa que configuraba el último tramo hasta la cima. A su lado
había también un caminito perfectamente delimitado por piedras, muy estrecho, al
final del cual se llegaba al culmen de ese tramo del Teide, al que llamaban la
Montaña Blanca. El caminito conducía a una suerte de colina ondulada y, justo
allí en aquel punto, parecía dividirse en dos direcciones opuestas, formando
una suerte de Y que según descubrí al decidirme por uno de los dos tras un
largo titubeo (¡como si mi destino estuviera en juego!) era en realidad el
inicio de un círculo que envolvía el montículo juntándose los dos caminos que
aparentemente formaban una disyuntiva, al otro lado. Y desde allí podían
otearse las montañas multicolores del Teide y del Valle de la Orotava , que se extendían
hacia un horizonte sin fin.
Pues
aquel horizonte no tenía fin. Si algo queda grabado para siempre en la memoria
del viajero que pisa las arenas del Teide es la sensación de estar abocado a un
paisaje infinito, de encontrarse en la cúspide de una duna desértica en medio
de más y más dunas que se extienden hasta más allá de lo que alcanza la vista y
se difuminan entre las nubes detrás de las cuales se deja entrever,
tímidamente, alguna estrella. Allí, al borde de la inmensa duna de piedra, bajo
un cielo descolorido y claro, se tiene la sensación de haber llegado al límite
ilimitado de la tierra donde la fuerza de gravedad empieza a no tener ya
prácticamente ninguna influencia y el cuerpo se sorprende extrañamente poco
capacitado para retenernos. Allí, entre las piedras negruzcas que arden todavía
a pesar del tiempo transcurrido, se siente la infinitud del cielo abierto y la
liviandad de las lavas-nubes con aires extraterrestres que nos recuerdan la
pequeñez de nuestro amable planeta y la escasa evolución de la especie... Y así
permanecí largo rato frente a la nueva extensión de tierra y montaña, hasta el
momento del descenso.
Extraído de De la Selva Negra a la Montaña Blanca, de una servidora (Barcelona, 2008)
viernes, 13 de junio de 2014
Breve reflexión entorno a una gata
A veces, al observar a mi gata, me pregunto si la mirada que
yo tengo sobre ella podría asemejarse a la
mirada que un supuesto dios podría tener sobre mí. Veo su comportamiento, que responde a los movimientos que realizo, y cómo su ser se constituye en parte en
función de lo que le doy y de cómo actúo. Pienso si ella me percibe a mí de un modo semejante a
como yo percibo que me trata, no ya dios, sino la vida: los límites que le pongo,
las puertas que a veces le cierro, los horizontes que inesperadamente le abro…
Siempre me he preguntado por qué motivo tantos filósofos tienen gatos y creo que
solamente ahora, después de dos meses de intensa convivencia con una, atisbo
remotamente por qué. Quizá algunas personas no tengan gatos porque son
filósofas, sino que son filósofas porque tienen gatos.
Mi gata, indudablemente,
me ofrece una nueva perspectiva sobre la realidad y sobre el mundo, sobre el tiempo y
los espacios, sobre el hambre y la sed y las necesidades básicas de la vida; sobre el juego, la velocidad, la ingravidez o la quietud. Sobre lo que supone tener una percepción radicalmente distinta de la existencia. Es una maestra que me enseña
a contemplar filosóficamente la vida,
pues gracias al lazo que establezco con ella, ella me enseña a amarla.
Gracias, Queralt! Y gracias la niña que un buen día en Manresa,
en el momento en que le decía a un amigo: “Necesito quelcom que m’ajudi a
tocar de peus a terra", amablemente me la ofreció.
miércoles, 7 de mayo de 2014
La llegada al lugar
Lady Morgana acababa de llegar al pueblo. Eran poco más de las doce del
mediodía. Las calles vacías deslizaban el sonido amortiguado de las pezuñas de los
caballos que en aquel verano especialmente caluroso arrastraban los carromatos
en dirección al sur. El anciano mayor del pueblo yacía sentado en la terraza
del bar Cucut, situado en una de las plazas más transitadas del lugar, no por
ello menos solitaria que el resto.
Pues era, ciertamente, un lugar desolado. Solamente los campesinos, que
en aquella hora descansaban a la sombra para resguardarse del sol, y algún que
otro trabajador ocasional, dejaban ver sus rostros arrugados en alguna esquina.
Se oía, muy de vez en cuando, el canto de las golondrinas. Y sobre los tejados
caminaban los gatos en equilibrio, como si aquella ley a la que denominamos
fuerza de gravedad fuera inexistente para ellos.
Lady Morgana no sabía todavía exactamente el motivo por el cual el Dr. N.
la había convocado. Había aceptado casi a ciegas el trabajo movida por una
corazonada, ajena a toda razón: creía que aquel iba a ser el lugar en el que se
realizaran definitivamente sus sueños. Sueños, muchos de los cuales aún
desconocía, pero que ansiaba despertar lentamente de su largo letargo. Tenía
una sola certeza: la de haber soñado aquel lugar con anterioridad, incluso
antes de saber de su existencia. Lo reconoció de inmediato el primer día que
llegó. El verde de los prados, el riachuelo, la inconfundible luz. Era un lugar
con el que había soñado en más de una ocasión cuando, en noches a veces
agitadas, alcanzaba de pronto, al final de oscuras y tortuosas sendas, un lugar
tranquilo y solitario en el que el sufrimiento se desvanecía por fin. En ese
entorno privilegiado se hallaba entonces aquel pueblo, y esperaba alcanzar allí
(también había contemplado la opción del monasterio) aquella paz profunda y
durante tanto tiempo anhelada, un sosiego para su alma más allá del tiempo y
del quehacer mundano, sin por ello sentir que debiera renunciar a él. Se creía
conocedora, aunque no fuera más que por un conocimiento intuitivo, de un estado
luminoso más allá de toda tribulación, que necesitaba tan sólo del tiempo y del
espacio necesarios para realizarse, para alcanzar una cumbre en la que permanecer
ya por siempre sin retorno, no sin antes descender para ayudar a cuantos
pudiera en su ascenso.
Pero antes de toda acción o ayuda
a otros era necesario, ante todo, el despojamiento completo de sí. De todo
cuanto había sido, era o anhelaba ser. Era necesario el total abandono del
deseo, de la intención, sin esperar nada a cambio, tan sólo mantenerse en un
estado de receptividad que lentamente, y sin que ella lo supiera, la iría conduciendo
hacia aquella cumbre insospechada en la que ya no había más que la extensión verde
infinita de los prados, la copa de un árbol desnudo recortándose sobre el
cielo, el cielo límpido sobre su cabeza, ajeno totalmente al clamor del mundo,
de sus penas y sufrimientos, de sus resistencias y desgarros. Solamente esa limpidez
del aire de montaña, y la conciencia de que es posible la realización en sí
misma de una libertad más allá todo cuanto podamos imaginarnos.
Lo que no sabía es que aquel estado de beatitud y transparencia era tan
sólo el comienzo. No era la cumbre o el final de un largo periplo iniciado,
sino el comienzo de un periplo interminable, mucho mayor, que ni siquiera el
Dr. N. sabía con plena certeza adonde conducía. Pero él estaba al menos allí
para darle algunas directrices esenciales. Lo primero que habría de preguntarle
era si aquello era fruto de la mera percepción, es decir, si se trataba de algo
puramente subjetivo, o si por el contrario era un estado real, que iba más allá
de sí misma y que podía en efecto tener reverberaciones o consecuencias sobre
el resto de la humanidad. ¿Era un mero capricho de una mente llena de sí misma
que imaginaba una escapatoria al mundo vil, o se trataba por el contrario del
reconocimiento o la intuición de un estado muy anterior o incluso ajeno a todo
espacio y lugar concretos? ¿Encontraba dicho espacio luminoso su lugar en el
mundo? ¿Llegaba, por así decirlo, aquella calidez transparente a alumbrar las
almas de los seres afligidos por participación, o era simplemente un placer
ególatra y egoísta que se alimentaba de sí mismo dando la espalda, de nuevo, a
la realidad? Eran preguntas cruciales. Tal vez demasiado vagas, pero que le
preocupaban, en cualquier caso, lo suficiente como para sentir que en sí misma
ardía un fuego que solamente una vez formuladas las preguntas podría tal vez
apaciguarse.
No había venido allí por un mero capricho de la conciencia o a modo de entretenimiento.
Su llegada al lugar era fruto de años de lucha, sufrimientos y búsqueda. No
había un motivo especial, pero tampoco era del todo arbitrario. ¿Por qué razón
podía de pronto gozar de aquella placidez sin nombre, de aquella libertad
interior que le llevaban incluso a creer que no había distinción entre la salud
y la enfermedad, o entre la vida y la muerte? Era como estar en otra parte pero
estando aquí, al mismo tiempo mucho más presente aquí que en otras ocasiones,
pero también más ajena al rumor distorsionante de la realidad rutinaria en la
que la mayoría habitábamos.
Recordaba inevitablemente la escritura que ella misma realizara muchos
años atrás de un relato. Un relato escrito con tan sólo 12 años de edad en el
que se hablaba de la posibilidad de fusionar dos mundos aparentemente
separados, el de la realidad y el de la fantasía, fusión que se realizaba
mediante el proceso mismo de la escritura, a través del cual quien escribía hacía
crecer entorno a sí una inmensa burbuja capaz de englobar a todos los seres.
Habían transcurrido sin embargo muchos años desde que escribiera aquel texto y
tenía la impresión de no haber realizado grandes progresos. Después de escribirlo
se había abandonado a la noche y al vicio, arrastrada por una curiosidad insana,
deseosa de conocer el lado más oscuro de la vida. Solamente muy poco a poco
había ido logrando dejar todas aquellas tendencias destructivas atrás y poco a
poco había ido trazando un sendero más luminoso. Pero siempre desde una cierta
soledad y aislamiento.
Lo que no lograba comprender es cómo aquello podía ser el comienzo. Le
parecía haberlo alcanzado todo y, sin embargo, todavía no había sido capaz de
dar el primer paso para realizar el recorrido. Abandonaba todo y se sentía en
cierto modo traicionando mucho de lo que hasta entonces le había ayudado a
encontrarse donde ahora estaba. Pero era una corazonada, una intuición mayor
que a pesar de ir en dirección contraria a todo cuanto los demás le decían, se
le aparecía con insospechada claridad. No quería caminar por el mismo camino ni
seguir los pasos de sus coetáneos. Se sentía en comunión con ellos, pero
consideraba necesario explorar nuevas vías, transitar tierras vírgenes; lo que,
en efecto, no estaba exento de cierto riesgo o peligro. Además del peligro de
extraviarse, estaba el peligro del aislamiento, la marginación o la locura.
¿Era necesario pasar por allí? No lo era en la medida en que ella sentía en su
fuero interno estar cumpliendo con su deber. Pero existía el riesgo del engaño,
y en ese sentido ella no creía tener suficiente conocimiento de sí como para no
caer presa de él. Por ello tenía depositada su confianza en el Dr. N. cuya
experiencia podría probablemente ayudarla a liberarse de sus propias trampas.
Pero, ¿que había de la contemplación de cuanto sucedía entorno? Era
importante el conocimiento de sí, pero éste en modo alguno estaba separado de
la visión del mundo circundante, solamente posible en la medida en que no
hubiera proyecciones de ningún tipo. ¿Era capaz de ver y de comprender la
situación de su país? ¿Veía el sufrimiento de su vecino? ¿Se hacía cargo del
dolor por el que pasaba un amigo cercano? Aquella era en realidad la verdadera
tarea a realizar, ese era el comienzo del camino. La plenitud, el éxtasis, la
libertad, ¿qué eran si no era siquiera capaz de comprender y acoger lo más
cercano, de conocer su propia condición no como ajena sino como parte
integrante de sí? No quería mirar el mundo desde el filtro de las teorías y,
con todo, una cierta teoría (en el sentido del griego theoreo, que
significa “mirar”) era necesaria para que pudiera situarse en el lugar, para
que su acción pudiera llevarse a término de un modo efectivo. Si su ascensión a
la montaña solamente le servía para palpar el cielo y las nubes pero no era
capaz a través de ella de vislumbrar la realidad que desde aquella distancia
habría debido manifestársele con mayor claridad y de un modo concreto, ¿qué
sentido tenían todas aquellas elevaciones? Tal vez esta pudiera ser una de las
respuestas que el Dr. N iba a proporcionarle. No se trataba tanto de alcanzar
el cenit o una plenitud inenarrable más allá del mundo, sino de ver todo
aquello concreto que necesariamente debía cobrar una forma distinta.
Tal vez fuera posible desde aquella altura configurar nuevas formas. Tal
vez la intensidad y concentración de aquellos estados pudieran proporcionarle
la materia suficiente como para realizar un trabajo tangible sin necesidad de
acción social o política de ningún tipo. Se trataba de imprimir una huella en
el mundo visible desde la superación de las formas, desde la habitación de
aquello invisible donde no quedaban más que el empíreo y el vuelo. Y ese vuelo
que le proporcionaba la lucidez del águila, era el momento en que se le ofrecía
la posibilidad de visualizar el mapa actual de su vida, desde el que poder
contemplar el lugar donde entonces se hallaba y con mayor claridad comprender
cuál era el mejor paso a seguir. Pero también es cierto que, como ya antaño le
ocurriera con la redacción de aquel relato, la palabra cobraba en aquel proceso
una importancia crucial. Era el camino mismo que la conducía a la visión, era
el camino que atravesaba la montaña y sin el cual no era posible ni la
elevación de todo el cuerpo hasta alcanzar la visión desde lo alto, ni la observación
desde aquella altura de los elementos concretos que quería modificar. Y aquí
quizá más que de elementos cabría hablar de relaciones. Veía la situación de
sus relaciones desde fuera, todo aquello que las obstaculizaba, las entorpecía
o enturbiaba, imposibilitando así la necesaria armonía, más acorde con lo que los cristianos llaman Dios.
En eso consistía el trabajo. Trabajo que nadie podría realizar más que ella
misma. Era su sola responsabilidad. Su sola y única.
El primer paso consistía en superar su temor a las sombras, debía
aprender a no rechazarlas de inmediato, como si no existieran, pues ese era el
origen principal del engaño. Solamente desde la aceptación de los rincones más
oscuros de sí misma, podría tal vez afianzarse en una luz cada vez más
verdadera, lo que pasaba, en primer lugar, por la suspensión de todo juicio. Lo
primero que convenía practicar era la observación. Observarse a sí mismo,
primero, observar cuanto sucedía alrededor, de un modo casi simultáneo. Y
encontrar un equilibrio entre estos dos modos observación.
lunes, 5 de mayo de 2014
Volver al trueque
Últimamente me digo cuan fantástico sería que se pudiera
regresar de nuevo, como en tiempos de las tribus nómadas, a una economía basada
en el intercambio, al trueque, donde nada tuviera un valor absoluto sino que el
valor de cada cosa dependiera de las necesidades de cada uno. Es una utopía,
pero me parece mucho más realista que si yo no tengo dinero para comer y mucha
hambre pero puedo componer un poema o tocar una canción, tú puedas ofrecerme un
plato de comida a cambio de un poema o de una canción. O que si me
sobran tomates porque tengo una tomatera en el jardín de casa pero no tengo
dinero para comparar pan, tomemos juntos al sol una buena rebanada de pan
con tomate mientras me explicas cómo va el cultivo del trigo este año. Es poco
realista, es cierto, sobre todo teniendo en cuenta cómo aquella economía remota
ha desembocado inevitablemente en el capitalismo actual. Pero tal vez sea
posible a pequeña escala .
En Camprodon, el pueblecito a donde me he trasladado
recientemente, parece posible vivir así. Aquí, si se tienen pocos recursos
económicos, es fácil conseguir, no dinero, pero sí comida y alojamiento
prácticamente gratuitos a cambio de ofrecer lo poco que se tenga, mientras se
haga con confianza y generosidad.
Volver
a una economía de subsistencia donde nuestro trabajo consista no en vender lo
que hacemos si no en dar lo que somos, a cambio de lo justo para sobrevivir,
como la palabra indica, es incluso más que vivir a secas. ¡Buena suerte!
viernes, 2 de mayo de 2014
¿Qué es el pecado?
El pecado es
todo aquello que, sin que nosotros lo sepamos, nos aleja de nuestra posibilidad
más genuina. El pecado nos aparta de la posibilidad de realizar nuestros
anhelos más profundos, nos lleva en una dirección contraria a aquella que
responde a nuestra necesidad más auténtica y nos engaña haciéndonos creer que
nos conduce allí donde en realidad más deseamos.
Cuando miramos
nuestra vida en retrospectiva, parece que se insinúa un rastro luminoso, un
curso con sentido, un canal transparente y claro, enturbiado por todo aquello
de nosotros que ha estado o está embrutecido. Aprender a reconocer todo aquello
que embrutece a cada instante el caminar luminoso que es en realidad nuestra
vida, es el primer paso para una vida un poco más auténtica, un poco más
próxima a aquello que en realidad más buscamos aun y a pesar de no saber qué
es. Nos queda reconocer lo que no es; y en ese ejercicio parece como si,
poco poco, el paisaje confuso que se
abría hasta ahora ante nosotros, se fuera paulatinamente clarificando. ¡Qué
difícil resulta al principio orientar nuestra mirada en esa dirección! Pero
qué rápido la mirada se acostumbra, inconsciente, a buscar cada vez más y más la
luz, cuya transparencia y suavidad se nos vuelven irresistibles hasta que, si
oponer ya resistencia alguna, nos dejamos caer confiados a aquello que nos
supera y acaricia.
jueves, 20 de marzo de 2014
¡Primavera!
Mañana comienza la primavera, pero no importa, es como si
comenzase hoy. Es el comienzo de una nueva etapa. Atrás quedan las durezas del
frío en invierno, la dificultad con que la vida se abre paso en el interior de
la tierra, invisible, desde las raíces y hasta las cortezas. Ahora, ya sin
esfuerzo, los capullos empiezan a abrirse y los árboles a reverdecer. No es el momento
del fruto, es cierto, pero con todo, en ese florecimiento está ya la semilla
que tarde o temprano madurará. También la primavera puede ser señal de madurez.
Sea como fuere, es un momento de celebración por todo lo alto. ¡Que así sea!
¡Feliz comienzo de primavera!
lunes, 10 de marzo de 2014
Vora el mar
Veig el mar i l'escolto
per primer cop.
Un aire suau,
el sol ardent
i les gavines, a ponent.
El dia és clar.
***
Roques entre el mercuri
ocells ferèstecs,
és tant real!
***
Tova és la molsa de la terra,
puc endinsar-m'hi,
ella és en mi.
És com si mai abans
hagués estat aquí.
per primer cop.
Un aire suau,
el sol ardent
i les gavines, a ponent.
El dia és clar.
***
Roques entre el mercuri
ocells ferèstecs,
és tant real!
***
Tova és la molsa de la terra,
puc endinsar-m'hi,
ella és en mi.
És com si mai abans
hagués estat aquí.
jueves, 6 de marzo de 2014
Raíces
Y soñé. Soñé durante
cien milenios que la superficie de los campos de trigo se extendía sin miedo, y
que el color eléctrico del cielo acariciaba con tacto adormecido el interior
oculto de tus raíces. He soñado con nubes de color rosado que se espesan al
dejar paso al silencio, mientras rayos poderosos de águilas atraviesan como
espadas su centro.
Podría no detenerme nunca más y narrar las imágenes
dolorosas del cerco. Esperar junto al ritmo incesante de tus dedos a colmar un
tiempo muerto. Podría seguir hasta el abismo en el que se deshacen tus oídos y
en el que las manos de un sabio inmortal te recogen para que no alcances nunca
el suelo. Seguiría así por las curvas de la montaña hasta lo más profundo de
una gruta, donde un agua fría y transparente regaría tus labios con dulzura. Y
así, poco a poco, habitaría invisibles rincones de la tierra, donde lo más
profundo abraza con paciencia el firmamento. Y seguiría, sí, sin miedo y sin
consuelo, hasta el día en que desnudada por fin de los obstáculos, podría simplemente
emprender un vuelo sinuoso y otear desde la altura la cumbre de las montañas y
el correr veloz de las aguas por las fisuras de la tierra hasta desembocar en el
mar. Y arrojarme con violencia en un golpe seco y partir en dos mitades la
superficie del agua que con avidez de ángel de plata devoraría como si de un
manjar se tratara. Y, así, engullido por la densidad azulada, mi
cuerpo podría emerger de nuevo hacia la altura y precipitarse desde allí hacia
un fondo cada vez más ciego.
- Y todo eso, ¿para qué?
Porque en el corazón del silencio habita un viento
huracanado que agita y que sacude, que abraza en un amor estremecido para
convertirte en un poco más de lo que has sido. Y ese poco más no es sino una
parte de la brisa poderosa que con su movimiento apenas perceptible produce el
temblor en la base de las montañas y alimenta de savia a los árboles que siguen
empeñados en hendir en lo más profundo sus raíces.
Los discípulos de Schönberg
Me llevaron sin quererlo al barrio de Vallcarca. La jornada había sido interminable cuando apareció el cansancio, y con el cansancio lo inesperado. Al aparcar el coche y ver el nombre de la calle que se situaba a mi izquierda, callé: Bajada de Britz. Unos pasos más arriba la placa recientemente colgada. Hablamos de Cirlot en Vallcarca junto con mis dos compañeros, miembros del grupo de rock sinfónico Urban Trapeze, tras ayudarlos a recoger los instrumentos de su último concierto en el barrio del Raval, calle Carretes. Las tortillas que el actual propietario de la antigua casa de Schönberg nos invitó a cocinar con los huevos de las gallinas del jardín, constituyeron un opíparo e improvisado banquete. Gracias, maestro.
lunes, 10 de febrero de 2014
Llums
Abro al azar y leo:
Hi ha llums en el món per acollir la llum veritable,
com el misteri té secrets en el cor que els sap guardar.
Al fons de l'ésser hi ha l'ésser que dóna l'existència,
i vetlla pel meu cor, l'ha triat i el guia.
Cotempla el que descric amb l'ull de l'intel·lecte,
que és apte per veure-hi, comprendre i sentir.
Diwan, Hal·lag (Edició, traducció i cal·ligrafia àrab de Halil Bàrcena)
Hi ha llums en el món per acollir la llum veritable,
com el misteri té secrets en el cor que els sap guardar.
Al fons de l'ésser hi ha l'ésser que dóna l'existència,
i vetlla pel meu cor, l'ha triat i el guia.
Cotempla el que descric amb l'ull de l'intel·lecte,
que és apte per veure-hi, comprendre i sentir.
Diwan, Hal·lag (Edició, traducció i cal·ligrafia àrab de Halil Bàrcena)
domingo, 9 de febrero de 2014
Montserrat
He venido a Sant Benet en busca de un instante de silencio y de reposo. Como siempre me ocurre cuando vengo aquí siento el poderoso magnetismo de la montaña que me atrae hacia sí, como si algo de ella quisiera conducirme hasta lo mas profundo de sus entrañas. Pero junto a esta fuerza casi irresistible hay en mí la convicción de que ha de ser posible vivir este arraigo y profundidad al que me conduce sin duda alguna la montaña, sin necesidad de atarse a un lugar. Sé que lo que mora en su interior habita también lo más profundo de mi alma y quisiera poder habitar ese espacio insondable que nunca se acaba en todo momento y en todo lugar.
La vida misma es quien a fin de cuentas se encarga de conducir nuestros pasos, lo sepamos o no, y más allá de cuál sea nuestra voluntad más propia con todas sus resistencias, temores y proyecciones que no hacen sino obstaculizar nuestro anhelo más profundo. Siento si algún lector ocasional de este blog se encuentra con palabras excesivamente trascendentalistas y pretenciosas aquí. Nada más alejado de mi intención. Quisiera escribir sobre el simple susurro del viento por las noches y las caricias plateadas de la luna sobre la laguna, pero hay en su fondo una fuente inagotable de sabiduría a la que uno difícilmente se puede resistir, que exige comunicarse, compartirse, pronunciarse, para dar cabida a su silencio, salado y dulce.
jueves, 6 de febrero de 2014
Febrero primaveral
Este invierno dos árboles han florecido antes de tiempo. Sobre el murmullo de los coches y del asfalto, en el corazón de la ciudad, dos castaños han cubierto de verde sus ramas que parecen danzar al son de un viento seco por encima de las cosas mundanas.
El leve agitarse de esas hojas inesperadas es testimonio de una realidad que en invierno se nos escapa: la de esas vidas latentes escondidas entre la savia que pugnan durante los meses de frío y lluvia por salir a la luz.
sábado, 25 de enero de 2014
Enfermedad y salud
La vida es un descurimiento constante... ¿qué es la salud? ¿qué la
enfermedad? Qué poco sabemos sobre las cosas más esenciales de la
vida...
martes, 14 de enero de 2014
La bellesa de la vellesa
Ahir vaig participar en un voluntariat que es va iniciar ja fa alguns mesos a la Residència d’Ancians, en el marc del projecte que Càritas ha impulsat recentment a Cadaqués a través de la Parròquia. Hi havia anat en un parell d’ocasions durant les festes de Nadal, però aleshores, en tractar-se d’una celebració especial, es cantava, es posava música i no era fàcil un contacte més directe i personalitzat.
Ahir era un dissabte normal i corrent a l’hospital. Quan vaig arribar estaven tots berenant i hi regnava una relativa tranquil·litat, a excepció dels crits que de vegades deixava escapar una de les dones, asseguda en una cadira de rodes i que es trobava al passadís: “Ajudeu-me! Ajudeu-me!” M’hi vaig apropar i, durant una estona, va semblar que el contacte afectiu amb una altra persona servia per mitigar el seu dolor. Però no va passar gaire estona fins que va tornar a proferir el crit, davant el qual un no podia més que mirar de respondre amb afecte; i guardar un silenci respectuós.
Però el motiu pel qual escric aquestes línies, no és el d’entristir al lector ocasional que pugui llegir-les, sinó el de transmetre la bellesa que aquell dia, enmig del dolor i l’estat delicat de salut de la majoria de persones amb què em vaig trobar, se’m va manifestar de manera insospitada.
El primer que em va sorprendre i captivar va ser l’agraïment sincer que les seves mirades semblaven transmetre. Em va semblar percebre, més enllà de les dolències, de la manca de memòria d’alguns d’ells, un estat de presència i acollida a aquell estrany que en aquells moments era jo mateixa i que havia vingut a visitar-los sense per què. Però em va sorprendre sobre tot comprovar com tots els meus prejudicis queien, en el moment en què, asseguda en una de les taules, la Blanca i en Josep, tots dos originaris del sud de la Península, començaren a relatar la manera com, encara molt joves, es van veure obligats a abandonar la seva terra fins arribar a Cadaqués, on començaren una nova vida i on encara hi són. Els seus ulls s’encenien amb aquells records que de sobte tenien ocasió de compartir i de transmetre, com un tresor preuat que esperava el moment propici per mostrar-se.
Recordo l’entusiasme i quasi autoritat amb què la Blanca parlava de el embrujo de Cadaqués i de Girona, i també de la bellesa que es desprenia d’un poema escrit per ella algunes setmanes abans, dedicat a Cadaqués, amb tota la seva senzillesa i simplicitat. Mentre els escoltava intercanviar aquelles experiències que acabaven d’emergir, vaig ser jo qui va sentir l’agraïment de poder estar present en aquell moment únic en que les compartien.
No explicaré els detalls d’aquella tarda en què em vaig adonar de la llum que s’entreveia en els rostres de les persones que em miraven i que, malgrat moltes carències físiques, em transmetien. Però no oblidaré aquella forma pausada de parlar, la manera de pronunciar les paraules de qui sap que allò que diu potser ho diu per última vegada. No oblidaré la intensitat de la mirada d’un Antoni somrient després d’haver fet el seu passeig de rigor pel poble a la recerca d’un cigarret, la paciència de la Marta en comunicar-me un dolor físic que no pot apaivagar, els valuosíssims consells culinaris de la Rosa, que tot just acaba d’arribar aquesta setmana i que celebrarà el seu aniversari el proper 2 de febrer, l’alegria amb que la Cecília recordava les èpoques en què cantava a la Coral amb un compositor que havia estat propietari de l’actual pastisseria Mallorquina. “Abans era diferent”, em deia, “No teníem diners. Ens ho passàvem be. Ballàvem sardanes, cantàvem cançons... Ara tothom és ric, agafen el cotxe i se’n va a Figueres, o a Roses...” Tampoc oblidaré la tendresa de l’Enric envers la seva dona, malalta d’ alzheimer des de fa dotze anys i a qui no ha deixat de venir a visitar ni un sol dia, o l’ entusiasme de la Carme en cantar “Baixant de la font del gat”... Ni, finalment, el goig de sentir com aquella dona que abans cridava: “Ajudeu-me!”, es posava a cantar de memòria algunes nadales que se’ns va ocórrer improvisar.
Tot això ho explico perquè penso que és prou valuós com perquè mereixi ser explicat, perquè de vegades allò i aquells en qui no pensem perquè son “vells”, o “malalts” o “febles” i que ens posen davant d’una misèria que és també la nostra, són precisament aquells a qui, com he après d’un bon amic, més hauríem d’escoltar. I animo a qui això llegeix a que hi vagi, però no com qui va a fer una obra de caritat, sinó com aquell que sense cap raó o motiu especial, conserva encara la capacitat de deixar-se sorprendre per allò inesperat.
Nota: Per tal de respectar la intimitat de les persones que hi apareixen, cap dels noms propis no es correspon amb la realitat.
Nota: Per tal de respectar la intimitat de les persones que hi apareixen, cap dels noms propis no es correspon amb la realitat.
lunes, 13 de enero de 2014
Breu record de Tenerife
Imagina't un volcà enmig del
mar. Imagina't una terra sinuosa, de color vermell intens, plena d'onades.
Enmig del vermell, de pedra liviana, extraterrestre, fragments de lava
groga, negra també. Imagina't, enmig d'un paisatge desèrtic una muntanya
blanca, i la seva ascensió per sobre el núvols, allà lluny, entre piques
multicolors llunyanes...
Imagina't un paissatge que canvia a cada segon, en el
que es veuen, en les pedres, impressos els moviments de la lava en descendre.
Imagina't de sobte, sobre la terra blanca, groguenca, enormes roques negres en
forma d'ou, tallades, com si fossin gegantines eines primitives, aguantat-se,
en equilibri, sobre la pendent. Imagina't, de sobte, un vent que no se sap d'on
ve que remou la sorra blanca... I un aire transparent, un sol de color blanc
per sobre els núvols y un cel descolorit per l'excés de lluminositat.
Imagina't
trobar-se en aquest paisatge desert, sense gairebé ningú; només, potser, de
tant en tant, les siluetes llunyanes d'uns caçadors
amb els seus gossos buscant conills entre la lava negra solidificada, fruit de
la darrera erupció... I imagina't, sobre tot, el silenci; la quietud
de la mirada en contemplar, en algún moment del camí, l'inaudible paisatge...
Agost 2008
sábado, 11 de enero de 2014
miércoles, 8 de enero de 2014
"Épaisseur existentielle"
Recuerdo haber oído hablar en una ocasión al profesor Arnold I. Davidson de la noción de "épaisseur existentielle". No recuerdo a quien se refería al citarla, pero creo haber experimentado en mis propias carnes lo que la expresión significa. Son aquellos momentos en que, si nos remontamos al mundo de la novela artúrica, el caballero se interna en el bosque. Es el lugar en el que se hace posible la manifestación de las presencias que habitan el inconsciente, momento, también, de la ruminación. Cuando uno se encuentra en el corazón de la espesura no quedan sino dos alternativas: o retroceder y regresar al camino llano, o atravesar el bosque sin la certeza de que llegaremos a vivir para contarlo. Por eso, es precisamente en el lugar donde la posibilidad de la existencia se hace real, aquel donde nos la jugamos. Aparece entonces la tentación de la huida. Tentación que debemos evitar a toda costa si no queremos perder la conciencia de nuestra falta de libertad, única capaz de incentivar el coraje que tal vez pueda liberarnos.
martes, 7 de enero de 2014
Pequeña ofrenda
Debemos aprender a darnos a nosotros mismos como ofrenda. No se trata de transmitir informaciones, de comunicar lo que hemos leído en los libros, ni siquiera de describir un paisaje que nos ha conmovido. Se trata sencillamente (¡y qué difícil!) de ser nosotros mismos aquello mismo que decimos, lo que significa, en cierto sentido, convertirnos.
Si la palabra que pasa a través nuestro no es solamente una representación de algo que está en otra parte, entonces esta palabra es nuestra sustancia misma que se vierte al exterior, como una piel que se desprendiera lentamente, no sin dolor, haciendo posible que en el acto de pronunciar la palabra sea nuestra interioridad misma la que se manifieste en un gesto que no es sino de desnudez. Somos esa palabra que se expresa, pero al darla a su vez parece como si nos convirtiéramos en otra cosa, en aquello que vamos siendo sin lo que vamos dando y que en el fondo no es más que un testimonio de nuestro vacío interior. Vacío que, como tal, es movimiento y es luz y por eso es también un modo único de comunicación y el único realmente posible.
¿Qué queda finalmente si hacemos de toda nuestra vida ofrenda, si conseguimos que nuestras palabras, nuestros gestos, nuestros pensamientos no sean otra cosa sino mera donación de nosotros mismos? No queda nada sino el rastro luminoso que deja el caracol sobre la arena. Ni siquiera. Y en ese movimiento de desprendimiento constante que es así nuestro vivir, vamos dejando todo lo que vamos siendo y que, por fin, dejamos de ser.
UPF, 7 de enero 2014
Comienza el curso y parece que de momento no va a resultar fácil soportar las horas de estudio intensivo en la bibloteca, por lo que opto por salir al exterior e intentar hacer algo un poco más productivo que no suponga un aislamiento tan repentino respecto del mundo circundante. Sé que es importante confrontarse con los propios límites, pero de momento no parece que mi psicología sea capaz de soportarlo. Por eso salgo al sol a escribir. Hace un día espléndido a pesar del rumor constante de los estudiantes en el patio sobre cuyas cabezas se escucha el piar sosegado de un gorrión. Ha depositado su cuerpo volátil junto al mármol sobre el que ahora escribo y parece querer comunicarse conmigo en un lenguaje extraño. No ha sido sin embargo mucho el tiempo que ha transcurrido desde que aterrizara y emprendiera su melodía al ritmo trepidante del tecleo sobre el ordenador.
Me piden que me sitúe frente las líneas de color negro sobre el papel blanco, como una suerte de barrotes ante los que uno debiera colocarse si es que anhela alcanzar una liberación. Pero siempre he pensado que no hay mas liberación que la que consiste en verter al exterior lo que sucecde en la interioridad y que no podemos identificar hasta que en efecto se pronuncia. Pero de lo que aquí realmente se trata es de mantenerse con vida. Dejar de tenderse trampas a uno mismo y de huir de la angustia que nos supone confrontarnos al sinsentido existencial.
***
De lo único de lo que verdaderamente se trata es de ser capaces de liberarnos de nosotros mismos, de nuestras propias trampas, de nuestors condicionamientos, nuestros miedos, nuestra debilidad y nuestra incapacidad para reconocer en el otro una necesidad aun mayor que la nuestra. Pero, a veces, debemos también ser capaces de sabernos y reconocernos totalmente necesitados para poder acoger aquello único que tal vez pueda ser fuente de liberación. Una vez encontrada esta fuente, ¿cómo dar con un modo de compartirla o repartirla entre nuestos contemporáneos? La pregunta que emerge es la de si es realmente necesario que pasemos por el conocimiento de la tradición, si no basta en realidad con hacer una donación libre de lo que en esencia ya somos, a pesar de la pobreza que ello en realidad comporta debido al carácter absolutamente individual de aquello que desde allí podamos ofrecer. Trascender lo personal y lo individual, esa es la taera que tan arduamente se nos ha asignado. Pero, ¿debemos hacerlo desde las profundidades de una biblioteca? ¿No podemos hacerlo al aire libre, bajo el sol, mientras observamos el vuelo de los pájaros y el crecimiento de los árboles en el jardín? ¿No podemos hacerlo libres de lugares y tiempos determinados, obligados a cargar de arriba abajo con el peso de los libros? ¿No podemos encontrar un modo más directo e inmediato de comunicación con la fuente de la vida? Creo que sí. Creo que podemos y debemos encontrarlo sin aprisionarnos en obligacioones que no anhelamos realmente cumplir. ¿O tal vez acaso de trate de realizar lo que debamos bajo una nueva luz? Tal vez no se trate tanto de qué sea aquello que hacemos cuanto de que lo hagamos con el espíritu libre a sabiendas de que nuestra tarea responde a un fin superior y que es desde algún lugar de las alturas desde donde hemos sido llamados a desempeñar dicha tarea en la tierra. No huir por tanto del malestar y del dolor que son propios de nuestro paso por este mundo y afrontar así las cadenas cuya asunción radical solamente pueda, tal vez, ser fuente de liberación.
***
Hemos logrado desplazarnos algunos pocos grados respecto de nuestra situación anterior y nos hallamos en estos momentos bajo el calor del astro ardiente que esperamos alumbre nuestros pasos a partir de este momento.
Mi principal error consiste en que tengo unas dificultades inmensas para atender a lo que ocurre a mi alrededor. Es como si algo en mí estuviera blindado, algo que me impide establecer una dinámica fluida con la que hacerme capaz de dar algun tipo de respuesta. Necesito que se alimente mi núcleo interior, que poco a poco tenga suficiente confianza como para no encogerse ante los primeros peligros y que pueda entonces ser una guía básica para todos y cada uno de los movimientos de esta pobre naveganta que sin cesar pierde su rumbo.
¡Por favor!
¡Por favor!
¿Cómo saber qué hacer, qué decir, si ni tan siquiera soy capaz de prestar atención? Encuentro grandes dificulates para escribir en diálogo con otros y solamente puedo expresar la pobreza de esta condición marcada por la ignorancia y la incomunicación. ¿Sobre qué escribir si ni siquiera se ve cuanto sucede a nuestro alrededor? Entiendo que escribir es en cierto sentido ser capaz de poner en palabras aquello que se ve. Pero para ello es necesaria la observación. No observación de lo que sucede en otro lugar del planeta sino aquí mismo, junto a mí y junto a ti, en lo que nos es y resulta más cercano.
Ha llegado la hora de decir que sí a la luz desde este instante y para siempre, dejar de negar que está aquí y que resplandece delante de nosotros y guía nuestros pasos. Es en realidad sencillo, basta con mantenerse libre de obstáculos y de ideas preconcebidas... Pero escribo esto para manifestar el deseo de que la vida me ponga en situación de no tener más remedio que responder. Anhelo que me obligue a tener un contacto mas verídico y cercano con la realidad, que me de ocasiones para abrir los ojos y contemplar de verdad.
Ha llegado la hora de decir que sí a la luz desde este instante y para siempre, dejar de negar que está aquí y que resplandece delante de nosotros y guía nuestros pasos. Es en realidad sencillo, basta con mantenerse libre de obstáculos y de ideas preconcebidas... Pero escribo esto para manifestar el deseo de que la vida me ponga en situación de no tener más remedio que responder. Anhelo que me obligue a tener un contacto mas verídico y cercano con la realidad, que me de ocasiones para abrir los ojos y contemplar de verdad.
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