Últimamente me digo cuan fantástico sería que se pudiera
regresar de nuevo, como en tiempos de las tribus nómadas, a una economía basada
en el intercambio, al trueque, donde nada tuviera un valor absoluto sino que el
valor de cada cosa dependiera de las necesidades de cada uno. Es una utopía,
pero me parece mucho más realista que si yo no tengo dinero para comer y mucha
hambre pero puedo componer un poema o tocar una canción, tú puedas ofrecerme un
plato de comida a cambio de un poema o de una canción. O que si me
sobran tomates porque tengo una tomatera en el jardín de casa pero no tengo
dinero para comparar pan, tomemos juntos al sol una buena rebanada de pan
con tomate mientras me explicas cómo va el cultivo del trigo este año. Es poco
realista, es cierto, sobre todo teniendo en cuenta cómo aquella economía remota
ha desembocado inevitablemente en el capitalismo actual. Pero tal vez sea
posible a pequeña escala .
En Camprodon, el pueblecito a donde me he trasladado
recientemente, parece posible vivir así. Aquí, si se tienen pocos recursos
económicos, es fácil conseguir, no dinero, pero sí comida y alojamiento
prácticamente gratuitos a cambio de ofrecer lo poco que se tenga, mientras se
haga con confianza y generosidad.
Volver
a una economía de subsistencia donde nuestro trabajo consista no en vender lo
que hacemos si no en dar lo que somos, a cambio de lo justo para sobrevivir,
como la palabra indica, es incluso más que vivir a secas. ¡Buena suerte!
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