domingo, 3 de abril de 2016

Volar sin huir


     A veces me pregunto por qué los humanos preferimos ser adulados que amados. Por qué el auténtico amor nos asusta al mostrarnos lo que somos sin esperanzas ficticias que apuntan a la mirada de los otros. Porque el amor jamás es ambiguo sino generoso, abierto y claro. Y donde la ambigüedad se impone, por bella que sea la máscara tras la cual habita, huye despavorido, el amor.
     Tras la máscara de la ambigüedad se esconde el miedo a ser descubiertos también en nuestra humanidad, que es limitada y herida, único lugar donde quizá pueda brotar un día la auténtica luz divina.
      No hay más: mirar a la cara y de frente, desde la vulnerabilidad, sin perder el valor verdadero a ojos de lo infinito. Nada más. La sonrisa que queda cuando tras los desengaños vuelves a encontrarte contigo en paz y serenidad.


Dedicado a todas aquellas personas que con inteligencia y una generosidad sin límites encuentran el modo de poner sus dones al servicio de los demás.

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