martes, 21 de abril de 2015

Sulivan

     "A l'individu perdu dans le cosmos, --grain de sable sur les plages d'une minuscule planète emportée à la vitesse d'un obus-- plus ou moins ajusté dans les alvéoles des sociétés modernes-- soumis à des nécessités sur lesquelles il se croit sans pouvoir-- tenté de brûler sa vie comme une mèche de lampe ou de se donner des buts auxquels il ne croit pas, -- à cet individu que le monde semble nier, le temps vient que la foi, seule, peut dire: Redresse la tête. Tu existes devant Dieu. Tu comptes plus que les satellites, que l'Ordre, que la Justice même. Tu es libre. A condition cependant que ta foi ne soit pas une recette de sagesse, mais soit vécue dans sa dimension paradoxale."

                                             Dieu au-delà de Dieu, Jean Sulivan

jueves, 16 de abril de 2015

Silencio


        Cuando lentamente la escucha da espacio al silencio, una mirada reposada y transparente se abre de nuevo al mundo y reconoce que hay un hilo invisible que armoniza todo lo que se aparece a nuestros sentidos. La percepción de la luz se vuelve más nítida y el caminar más ligero. Todo deviene objeto de atención: desde el modo en que colocamos un pie delante del otro al caminar mientras nuestras huellas se borran tras nuestros pasos, hasta el leve agitarse de las ramas de un árbol. Como si a través de la atención calmada pudieran auscultarse los movimientos silenciosos que dan nacimiento a los gestos, las palabras, la percepción del entorno. Nos damos cuenta de que algo sucede en lo más insignificante, que aquello que normalmente nos pasa desapercibido merece ahora toda nuestra consideración.
          La escucha se convierte en una gran pregunta, como se abren de pronto los sentidos a una realidad que empieza a hablar. Nuestro modo de escuchar esa realidad que balbuce, se parece al modo en que un recién nacido a su vez empieza a balbucir. Se hace real en nosotros la conciencia de que no sabemos prácticamente nada, de que nos movemos en un entorno que nos es por completo desconocido. Y nos habla un lenguaje nuevo, silencioso, precioso y sutil. No nos dice nada, pero nos habla sin cesar aunque sus palabras se pierden como un susurro en el viento y se parecen más bien a una melodía que nace, alcanza nuestro organismo interior y desaparece. Al mismo tiempo se siente la calidez de la tierra y el fuego en las entrañas. Como si se tratara del tránsito a una dimensión interior, donde se manifiesta el fuego que habita siempre, aunque no lo veamos, las profundidades mismas de la tierra. Imaginamos el interior de un tronco que se comunica con la tierra a través de sus raíces y absorbe desde allí los minerales.

            Tierra, tronco, no son elementos separados. Hay una fuerza brutal que los une, como se unen las raíces con el cielo a través del agua de la lluvia que aquellas a su vez absorben. Agua, tierra, aire y fuego son manifestaciones de lo mismo. El aire es lo que alcanzan al fin, libres de la materia, las raíces transformadas en fruto o flor. El agua comunica a todos ellos, desde la tierra, hasta las nubes, pasando por la savia que desde las raíces atraviesa el tronco de arriba abajo y de abajo arriba. El fuego es el elemento central que funde lo próximo y lo lejano: el sol que arde y da luz pero no quema; el fuego que habita el interior de la tierra. El aire es un silencio, el agua es un rumor, el fuego alumbra y da vida a una tierra que late y respira. Silencio, rumor, latido, respiración, responden a un movimiento único. La savia es la sangre de un organismo inmenso, incesante, en constante expansión y contracción, crecimiento y decrecimiento, del que apenas si llegamos a conocer la superficie. Hasta que una ola nos alcanza y nos conduce a su interior. Nos engulle, nos transforma y nos devuelve de nuevo a la superficie con la mirada nueva, consciente de su ignorancia.  

jueves, 9 de abril de 2015

¡Primavera!

Primavera que acudes
rauda por la ventana
y que tiñes de verde
el interior de mi casa.

Llegaste, de repente,

después de un largo invierno
de luchas y de espadas
y con tu suavidad
me acariciaste el alma.

Como el musgo 

o la hierba nueva
dotaste de frescura a mis entrañas
y calmaste la sed de tanta espera
en aquella mañana clara.

lunes, 6 de abril de 2015

Rasgos


Cuando aquello insignificante
se manifiesta como lo único 
que verdaderamente importa.

Cuando un susurro leve
puede volver a disipar las nubes.

Entonces entra de nuevo la luz 
a través de una fisura
y el bisturí azul de mis mejillas
recorta la madera
con el agua de la tinta.

Brotan silenciosamente los sueños,
nacen de las heridas,
vierten su líquido dorado 
sobre el tiempo
y te miran.

***


Lentos silencios de plata 

descienden desde las cumbres .
Ya no es ayer ni mañana.
Sigilosa contemplas la avenida
y cantas a la luna clara.

***


De vez en cuando 

la noche
se detiene en la mañana.
Abre las puertas del tiempo
y se calla.

Viaje en tren

       
         Sentada en un media distancia en dirección a Girona recupero fuerzas y energía, siento un agradecimiento inmenso hacia la vida y recupero las ganas de escribir. Tengo el privilegio de un ir a un concierto de Lidia Pujol, a quien admiro por su calidez y valentía. Realizar actos heroicos, pero hacerlo de un modo justo y sin envanecimiento. Cultivar el pensamiento.
            El tren avanza implacable hacia su destino. Pienso en aquellos primeros trenes que cogía en los primeros viajes a Alemania. El modo en que abandonaba la estación de origen, como un barco al salir de la bahía, y se internaba entre bosques y montañas hasta conducirme a un pueblo perdido. Eran metáforas del pensar. En aquella soledad y aquella calma sentía de nuevo brotar la vida, el sentido. Pero aquello, al fin y al cabo, no era en realidad sino un reflejo de una actitud interior. Actitud de abandono, de aventura y de riesgo. No era consciente entonces de que no era completamente yo quien elegía. ¿Qué me llevaba a emprender todos aquellos viajes? No lo he descubierto aún.
            Pero ahora, el tren abandona ya la oscuridad de los túneles y se dirige hacia el exterior. Pronto alcanzará la luz del día, encontrará un sol que asoma tímido por detrás de las nubes. El estado de recogimiento y concentración en que ahora me encuentro me hacen sentir que voy en una dirección precisa, que soy conducida por un movimiento constante hacia el lugar en que la calma hace desvanecerse las inquietudes y es posible volver a contemplar los perfiles del horizonte. Voy tras un anhelo de claridad. Busco esa claridad que en ocasiones se encuentra en el agua de los ríos, en los árboles del bosque después de la lluvia o en un atardecer de alta montaña. Pero busco esa claridad como expresión de un paisaje interior, y la busco sin buscarla. De ahí que pueda sentirme conducida. El estado de recogimiento al que he sido llevada hace posible una disposición de la atención que repliega, como se dobla la ropa recién planchada antes de ser introducida en el armario, las pasiones e inquietudes que enturbian mi visión. 
              Esa es la única búsqueda, que yo no realizo pero que lentamente se realiza en mí a medida que el tren recorre la distancia. Siento la claridad en forma de aire que tiene su lugar de origen en la frente y alcanza el centro del estómago mientras mis pulmones se ensanchan. Un cosquilleo que recorre el cuerpo de arriba abajo acompañado del sentimiento de contener ya en sí mismo todo lo necesario. Como si, por una vez en la vida, se estuviera preparado. ¿Para qué? Decir la muerte sería una mentira. Quizá habría que decir más bien: la vida.