lunes, 29 de febrero de 2016

¿Para qué sirvo?


    ¿De qué me sirve lo poco de divino que hay en mí si me pone en ridículo ante la mirada de los humanos? ¿De qué sirve mi humanidad, si me aleja de un contacto personal con lo divino? De nada sirve, más que para reconocer la ausencia de pertenencia a este u otro lugar. De nada sirvo, más que para seguir caminando en busca de lo encontrado, una vez más perdido, para encontrarlo nuevamente tal vez con mayor intensidad. 
    Pues hasta que no reconozca en lo humano más concreto lo concreto divino, a través de la amistad que se sitúa en el límite entre ambos, seguiré siendo tan sólo palabra que intuye la luz que no ha visto, voz que todavía no canta, cuerpo que no sabe tocar. 
     Pero sirve eso que todavía no es, para reconocer de un modo más tangible en lo que falta, los nuevos pasos a seguir. Por eso nunca dejaré de pronunciar la única palabra para la que sirvo y que siempre me sirve, aunque no sirva para nada: 

¡GRACIAS!

miércoles, 24 de febrero de 2016

Cuerdas de tinta

 
 
Un puente
entre dos puertas
a traves de rios de tinta.
 
Sin ideas previas,
sin premisas,
sabiendo que el tiempo
que resta
ahora  puede ser infinito,
que el alma del mundo vacila
si escucha el murmullo del viento
o el tacto oscilante de la lluvia
al caer sobre el cuerpo.
 
Un pajaro blanco
observa desde el cielo.

martes, 23 de febrero de 2016

Intentando discernir

 
 
     Intento comprender lo que cada situacion me pide, procurando responder sin huir hacia otras realidades que estimo mejores que la que vivo en el momento presente. Procuro superar la tentacion que una y otra vez se repite creyendo encontrar en otro momento, otro contexto, junto a otras personas, aquello que no soy capaz de vivir aqui y ahora, y en ese continuo proyectar la esperanza en un momento futuro, la pierdo. Con todo, atiendo a un anhelo profundo, que no se manifiesta con la misma intensidad en todo lugar y en todo contexto, aunque no es facil discernir el modo mas justo de llevarlo a termino, si aquel que en realidad mas anhelamos o el que la vida misma nos ofrece y que nos resulta en apariencia menos atractivo. 

jueves, 11 de febrero de 2016

Misericordia


   Hoy he comprendido algo tan sencillo y a la vez tan grande como que la misericordia es sentir a través del amor humano el amor divino.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Sperare



Nei limiti delle scuole
spero senza impacienza
che una luce trasparente
o un aria più leggera
aprano i limiti di me stessa.

Seguendo le voci del cuore
che non gridano, ma che insegnano
nella ascolta di un silenzio
che mostra lo spazio interiore.

Nei limiti di me stessa
spero, oh infinita pacienza!
che una luce ancora più chiara
che quella della intelligenza
trasformi il mio cuore di pietra.

Nella città mantovana
scopro al dilà l'apparenza
la musica delle fiore
che nascono con il sole
traversando la sofferenza.

In questa ascolta silenziosa
spero un momento di gioia
al dilà i muri delle scuole
dove solo la Vita ci insegna.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Una pregunta


   ¿Cómo encontrar el equilibrio entre la humildad que requiere reconocer la propia ignorancia --con el respeto a quienes, por experiencia, sin duda saben más que nosotros-- y el coraje para reconocer, valorar y ofrecer nuestra sabiduría interior libremente sin necesidad de elementos externos que nos autoricen?

lunes, 1 de febrero de 2016

Sacralización del mundo y profanación del templo. Reflexión-intuición entorno al "icono" después de Eliade

          Queremos llegar a formular bien una pregunta: la pregunta sobre qué es un icono y, sobre todo, la pregunta sobre qué le ocurre al icono en un mundo donde, sobre todo después de pensadores como Eliade, las nociones de “sagrado” y “profano” piden ser redefinidas.
         Lo que elaboro en estas líneas, es un pensamiento totalmente embrionario, que apunta a una transformación del icono en nuestros días. Me parece intuir que si hay algo que caracteriza al icono es precisamente su carácter distintivo. Un icono, es decir, una imagen sagrada, lo es porque hay algo que la distingue radicalmente de la realidad profana en el interior de la cual nace, otorgándole a ésta un carácter radicalmente distinto (cfr. Eliade, Lo sagrado y lo profano,  y Tratado de las religiones).
         El pensamiento que quiero elaborar aquí nace de una imagen inicial, de una pregunta: ¿qué ocurre si leemos toda la realidad en clave sagrada, es decir, si reconocemos la presencia de lo invisible en todo el ámbito de lo visible sin distinción? Sería como si todo el mundo fenoménico fuese un icono, es decir, una manifestación de lo invisible a través de algo visible. Pero una mirada así sobre la realidad, anularía precisamente aquello que es más característico de lo que llamamos sagrado, cuya carácter distintivo es fundamental. Quizá nos hallaríamos en el origen de una mirada creativa, es decir, precisamente aquella que contiene en sí misma, en potencia, la capacidad de reconocer la presencia de lo sagrado en el mundo, si aprende a distinguir. Sería el comienzo, muy embrionario, de una mirada espiritual sobre la realidad. Pero la indistinción es una de las principales características de la infancia, y la toma de conciencia de la misma, un principio de discernimiento que posibilitaría iniciar un camino hacia una unidad nueva, que para ser restituida requiere de un largo proceso de distinción.
         Hemos esbozado de manera muy precipitada e imprecisa justamente aquello en lo que consiste la creación de un icono (que puede ser una imagen pictórica, pero también un poema, una composición musical o un texto: una mirada que reconoce la presencia de lo invisible en aquello que se ve); una toma de conciencia de dicha mirada que aprende a seleccionar (que no significa separar) aquello que le parece tener valor, sustancia, realidad, más allá de la mera apariencia; y la composición de una unidad nueva fruto de un proceso de discernimiento y “purificación”, es decir, eliminando todo aquello que no permite que “lo invisible” se manifieste con nitidez y transparencia. Y eso seguramente sería lo que llamamos “icono.”
         Es un proceso similar al que, en palabras de Panikkar, supondría la conquista de una Nueva Inocencia. Ahora bien, parece que la creación de un icono consiste en “limpiar”, y eliminar todos los aspectos superfluos de la realidad, para hacer visible una imagen no perceptible con los sentidos exteriores. Para ello existe una tradición simbólica de la que no se puede prescindir, puesto que la imagen de la que hablamos no es temporal, a pesar de que se acuña y forja con el transcurso del tiempo.  El tiempo es la condición de posibilidad para la elaboración y el trabajo de esa “imagen” que se sustrae a él, pero que necesita del tiempo y de la historia para crearse. La historia, lo perdurable de la historia, es cuerpo de luz del gran icono que conjuntamente creamos desde nuestra humanidad. Así, un icono es algo que hace referencia a una imagen concreta, limitada, física, como puede ser la imagen de un Pantocrátor en el interior de una iglesia. Pero el Icono, no finito, que la experiencia humana en el tiempo aprende a reconocer como lo único Real, ni se limita a una imagen concreta, ni es tampoco la suma de todos los iconos que se han realizado a lo largo de la historia. Hay en él algo dinámico y continuo, pero hay en él algo que permanece más allá de esta dinámica y continuidad, que es ajeno al movimiento porque no pertenece al espacio y ajeno a cualquier idea de continuidad o discontinuidad porque no pertenece ya al tiempo, a pesar de haber necesitado tanto del tiempo como del espacio para ser.

         Un icono nace en el tiempo y el espacio, los transforma y es transformado por ellos, antes de regresar a su lugar de origen, que nunca es un retorno, puesto que la existencia espacio temporal, al ser atravesada, comporta un nuevo nacimiento.