jueves, 22 de octubre de 2015

Per-donarse


    Pensar que tenemos alguna cuenta que saldar es no haber comprendido que lo único de lo que en realidad se trata es de tocar la nota  justa en el momento preciso. Si nos situamos en el lugar que nos corresponde, pudiendo así dar lo que en realidad ya somos, desaparece toda culpa, al transformarse en un acto de donación (per-donare). 
    El exceso de sufrimiento, que en ocasiones atribuimos al pecado, desde una perspectiva más amplia --libre de juicios y cargas morales--, puede simplemente no ser más que una posición inadecuada en la sinfonía del universo. Si nos obcecamos aferrándonos a lugares, cosas o incluso personas, pensando que así repararemos alguna suerte de error, lo único que hacemos es repetir aquel mismo error hasta el infinito. 
    No le debemos nada a nadie más que a nosotros mismos. Y solamente cada uno de nosotros puede saber cuando su alma, su cuerpo y su espíritu, vibran en sintonía con la armonía universal. Pero eso ni siquiera el mejor director de orquesta puede decírnoslo si no nos hacemos capaces de escucharnos a nosotros mismos y "ponernos de acuerdo." 
    Es preciso acordarse, en el sentido (como nos enseña la tradición sufí) de recordar, que es un movimiento de regreso hacia nuestro corazón, nuestro centro, pero que es también como recuperar aquella cuerda que nos devuelve la cordura, que nada tiene que ver con una actitud meramente convencional. 
    Se trata de llegar a un acuerdo con nosotros mismos, que es recuerdo de nuestro ser más esencial y, como tal, va acorde con el resto de músicos y músicas que tocan junto a nosotros, ya estén cerca o lejos.  

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