Sentada en un media distancia en dirección a Girona recupero
fuerzas y energía, siento un agradecimiento inmenso hacia la vida y recupero
las ganas de escribir. Tengo el privilegio de un ir a un concierto de Lidia
Pujol, a quien admiro por su calidez y valentía. Realizar actos heroicos, pero
hacerlo de un modo justo y sin envanecimiento. Cultivar el pensamiento.
El tren
avanza implacable hacia su destino. Pienso en aquellos primeros trenes que
cogía en los primeros viajes a Alemania. El modo en que abandonaba la estación
de origen, como un barco al salir de la bahía, y se internaba entre bosques y
montañas hasta conducirme a un pueblo perdido. Eran metáforas del pensar. En
aquella soledad y aquella calma sentía de nuevo brotar la vida, el sentido.
Pero aquello, al fin y al cabo, no era en realidad sino un reflejo de una
actitud interior. Actitud de abandono, de aventura y de riesgo. No era
consciente entonces de que no era completamente yo quien elegía. ¿Qué me
llevaba a emprender todos aquellos viajes? No lo he descubierto aún.
Pero ahora,
el tren abandona ya la oscuridad de los túneles y se dirige hacia el exterior.
Pronto alcanzará la luz del día, encontrará un sol que asoma tímido por detrás de
las nubes. El estado de recogimiento y concentración en que ahora me encuentro
me hacen sentir que voy en una dirección precisa, que soy conducida por un
movimiento constante hacia el lugar en que la calma hace desvanecerse las
inquietudes y es posible volver a contemplar los perfiles del horizonte. Voy
tras un anhelo de claridad. Busco esa claridad que en ocasiones se encuentra en
el agua de los ríos, en los árboles del bosque después de la lluvia o en un atardecer
de alta montaña. Pero busco esa claridad como expresión de un paisaje interior,
y la busco sin buscarla. De ahí que pueda sentirme conducida. El estado de
recogimiento al que he sido llevada hace posible una disposición de la atención
que repliega, como se dobla la ropa recién planchada antes de ser introducida
en el armario, las pasiones e inquietudes que enturbian mi visión.
Esa es la única búsqueda, que yo no realizo pero que lentamente se realiza en mí a medida que el tren recorre la distancia. Siento la claridad en forma de aire que tiene su lugar de origen en la frente y alcanza el centro del estómago mientras mis pulmones se ensanchan. Un cosquilleo que recorre el cuerpo de arriba abajo acompañado del sentimiento de contener ya en sí mismo todo lo necesario. Como si, por una vez en la vida, se estuviera preparado. ¿Para qué? Decir la muerte sería una mentira. Quizá habría que decir más bien: la vida.
Esa es la única búsqueda, que yo no realizo pero que lentamente se realiza en mí a medida que el tren recorre la distancia. Siento la claridad en forma de aire que tiene su lugar de origen en la frente y alcanza el centro del estómago mientras mis pulmones se ensanchan. Un cosquilleo que recorre el cuerpo de arriba abajo acompañado del sentimiento de contener ya en sí mismo todo lo necesario. Como si, por una vez en la vida, se estuviera preparado. ¿Para qué? Decir la muerte sería una mentira. Quizá habría que decir más bien: la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario