Nieves de agosto deslizan sobre el cuerpo sus heridas. Entre mil sábanas blancas grietas de verde semilla. Mañana será otro día. Mientras los pájaros azules cantan primaveras de naranjos que descienden por las montañas. Contemplo con ternura la sonrisa suave y amarga. ¿Sabes por qué la lluvia? Porque en ella suenan estrellas y su melodía es tan pálida como el cielo antes de la nieve.
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Miras a la calle cuando el viento agita las cortinas. Asomaba un olmo por la ventana de la cocina. Había entrado un pájaro blanco por la puerta y la sangre de sus alas narraba una historia antigua, cuando, al caminar por el bosque, sus ojos te devolvieron tu mirada: era la luz del alba en el interior de una cámara oscura. Sombras del mediodía teñían las paredes de plata y en el fondo de la calle los pájaros sonreían.
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Escenas en el cemento de agua salada. Caen las gotas de lluvia sobre esta infinita calle blanca, mientras con paso ligero corta el aire aquí tu espada. De su interior brotan millones de semillas que hacen florecer las plantas en invierno y, en silencio, riegan el sol del mediodía.
Melodías en la calle de instrumentos de viento y de hojalata. No importa ya cómo ni adónde, tan sólo el canto del jilguero que con su pico dorado el silencio rasga. Nada más. La figura que ha depositado el agua sobre la superficie del árbol y la lluvia que se sigue deslizando y se resiste a detenerse. Como una lágrima.
Melodías en la calle de instrumentos de viento y de hojalata. No importa ya cómo ni adónde, tan sólo el canto del jilguero que con su pico dorado el silencio rasga. Nada más. La figura que ha depositado el agua sobre la superficie del árbol y la lluvia que se sigue deslizando y se resiste a detenerse. Como una lágrima.
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