viernes, 27 de noviembre de 2015

Ni gigantes, ni molinos


     Han desaparecido los molinos. Las calles vuelven a mostrarse silenciosas y limpias. Los gigantes ya se han ido y con ellos los suenyos, las tormentas y los delirios. Los molinos se han llevado la culpa que en ocasiones traen consigo opciones mas libres. Ningun peso heredado puede robarnos nuestra dignidad de ser humanos, lo que a veces comporta un abandono de todas las convenciones y la superación de muchos prejuicios. La vida no puede ser vivida según modelos o moldes preestablecidos. Basta con ser fiel a los pasos que ella misma indica, con nuestros errores y equivocaciones, que aceptamos. Las ayudas que recibimos en ocasiones no son mas que proyecciones de los demás sobre un comportamiento inasible. Escapar de las miradas de quienes, queriendo nuestro bien, nos privan de nuestra libertad.
        Hoy los gigantes han partido. Las calles transparentes por la lluvia resplandecen esta mañana bajo el sol. Nada queda delante, ni detrás. Se escucha el camion de la basura que borra todos los recuerdos con su escoba giratoria y las gotas desde el asfalto salpican lentamente las aceras dormidas. Sobre las calles vacías, recuerdas el dolor de un sueño desbocado, una creación de la mente que te impedía caminar tranquila, mientras, ligera, reconoces en los rostros de los ancianos una luz vespertina, y en esta soledad de una mirada nueva, observas el camino amargo recorrido. 
         Ya no hay gigantes, ni molinos. Solo el silencio de tus pasos, el tiempo y la madera que lentamente tiñe el azul claro de la tinta.

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