En una
entrevista con motivo de un concierto benéfico en el Teatro Comunale de Bologna
para las personas afectadas por el terremoto del sur de Italia, Ezio Bosso
dice: “La música es un gesto.” Palabras que nos conmueven especialmente,
después de haber visto a Ezio Bosso interpretar en el Teatro Soziale de
Gualtieri y reconocer en su gestualidad una
manifestación incuestionable de algo divino. Si hablamos de la manifestación
de algo divino en Bosso, estamos hablando de algo que es el polo opuesto a la
idolatrización o endiosamiento de una persona. Es precisamente la humanidad de
Bosso, su conciencia de que lo que para él constituye la Institución más
elevada, es decir, la música, lo que le permite este contacto con aquello que
siendo humano, a su vez lo trasciende. Y por eso la música de Bosso tiene un
fuerte poder simbólico: nos pone inmediatamente en contacto con la dimensión
sagrada de la vida. Y es que Bosso, como dice él mismo de uno de sus grandes
referentes y maestros, John Cage, tiene algo de chamán. Se convierte, en el
momento en que se sienta frente a su fiel compañero Steinway & Sons, en un mediador
entre el cielo y la tierra, y con los pies bien arraigados en la tierra
consigue ser portador de una luz que alcanza a su público haciéndolo partícipe
de su propio proceso de creación y transformación. Es en este sentido que la
música de Bosso es un gesto por excelencia: aquel de poner al servicio de los
demás lo mejor de sí mismo.
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