"La tecnología penetra como una inyección intravenosa en el ser mismo del hombre. No es que el hombre esté dominado por la máquina, o que la máquina le venza, sino que parece que un nuevo tipo de hombre, un híbrido, estuviese en gestación dolorosa y problemática. Pero, a pesar de que hayan aparecido ya en estos últimos siglos grandes figuras proféticas y pensadores de gran envergadura, no se ha visto ninguno que como un Sâkyamuni, un Zarathustra o un Confucio haya sido capaz de personificar ese movimiento y de dirigir, de "sublimar", de "hacer precipitar" (en el sentido químico de las palabras) o, por lo menos, de ayudar a nacer este "hombre nuevo" áun en gestación. Hasta ahora se ha tratado, sobre todo, de establecer la base de un comportamiento social, sociológico y económico, pero apenas se ha planteado el problema un punto de vista profundamente religioso, teológico-filosófico y antropológico, que tenga en cuenta esta mutación humana en sentido estructural. Se hace, pues, sentir la falta de un poder orientador de la dirección que este cambio pudiera o debiera tomar. Un poder, que según el viejo esquema tradicional podríamos definir como "profético", es hoy necesario para encontrar un camino que asimile y supere de modo plenamente humano las nuevas condiciones deshumanizantes que nos impone la civilización contemporánea.
Este poder tendría, además, que ir acompañado por otro, a que podríamos llamar unificador (con las funciones tradicionales antaño asumidas por el poder "real"), que fuera capaz de dirigir con autoridad y de coordinar armoniosamente las diversas corrientes de este movimiento ateo de la humanidad. Sin este poder coordinador, el mensaje de la "modernidad" corre el peligro de desvanecerse en murmullos inconsistentes, o ser víctima de sus propios excesos."
Raimon Panikkar, El silencio del Buddha, Siruela, 2005, págs. 176, 177
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