sábado, 21 de enero de 2017

Correr


        Hay algo muy grande en una actividad aparente tan banal como es el acto de correr. Correr --que implica no solamente desplazarse en el espacio a una velocidad superior a la que es habitual sino también, y sobre todo, entrar de un modo más consciente en contacto con la propia respiración-- es un acto que nos permite destrascendentalizar nuestra relación con la existencia y volver a entrar en contacto con lo que es más inmediato: el ritmo, los latidos del corazón, la respiración; y si tenemos el privilegio de hacerlo en un entorno natural, nos permite una nueva relación, más abierta y receptiva, con el entorno. 
      Correr, que aparentemente es un acto puramente rutinario y mecánico, puede convertirse en una gran aventura que, a medida que la actividad del pensamiento disminuye para concentrarse en lo que acontece verdaderamente en nosotros, nos pone en contacto de una manera mucho más directa con la realidad. Tomar conciencia de lo que somos corriendo, nos permite reconocer eso "menos" que somos de lo que nos pensamos y ese "más" que somos de lo que nos creemos (en palabras de Halil Bárcena), lo que inevitablemente es fuente de equilibrio y cordura, al tiempo que nos ayuda a deshacernos de ilusiones y maravillarnos de la realidad. 

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