Los gatos se acostumbran y exploran el nuevo espacio. Queralt, la mayor, permanece serena e impasible sobre el sofá, el rostro vuelto hacia la ventana, mirando a lo lejos. De vez en cuando, vigila a su hermano pequeño, Escalón, que se mueve de un lado al otro sin acabar de encontrar todavía un lugar estable en el nuevo hogar: su edad temprana lo hace más inexperto, a veces incluso invasivo, irrespetuoso, pero vivaz. Ahora los dos están tranquilos, en una posición similar. No se miran directamente pero parecen comunicarse en la distancia desde un estado de alerta y de vigilancia que les concede un cierto aire de sabiduría. Ahora Queralt me mira mientras escribo. Escalón agudiza los oídos. Voces en el exterior. Comienza el otoño y con él tiempos de recogimiento y de reflexión.
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