Lágrimas
blancas sobre la tierra húmeda. En el silencio de la medianoche, una constelación
de sonidos que murmuran cánticos antiguos desde el corazón de la ciudad. Hay en
el centro del jardín un grupo de palmeras silenciosas que escuchan el rumor de
la tierra. Contemplo las flores abiertas sobre el muro. Alguien ha llamado a la
puerta al observar que tu sonrisa por un momento se detenía y que desde el
interior de una mañana de noviembre cantabas a la medianoche un poema que tal
vez aprendiste tiempo atrás. A veces te preguntas qué sentido tiene la espera y
te respondes que el único sentido es el de componer una canción de cuna que
haga más llevadero tu transcurrir por el tiempo del mundo. Pero las paredes son
duras y el tiempo es largo y fatigoso bajo el sol. Se esconden las lagartijas
entre las piedras y los arbustos. Y el momento en que se abren las compuertas
de una historia que no crees haber vivido tú, se abre bajo tus pies un abismo
de silencio y locura, abocándote al sinsentido y al dolor.
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