Hay muchos tipos de tóxicodependencias, ademas de las dependencias evidentes a sustancias tóxicas como el alcohol, las drogas o el tabaco; otra forma de toxicodependencias que precisamente por ser más sutiles son mucho más peligrosas. Me gustaría tratar de explicar, en estas pocas líneas, como el origen de cualquier dependencia a una sustancia tóxica, en sentido amplio, es algo que tiene que ver, sobre todo, con un modo inadecuado de relacionarse con el otro, lo que implica también relacionarse con ese otro que somos a su vez nosotros mismos.
Un mecanismo de dependencia aparece en el momento en el que dejamos de reconocer al otro como lo que es y lo convertimos en una proyección de nuestras propias ilusiones, sean del tipo que sean. Es una forma sutil y sibilina de anulación del otro. Lo es buscar formas de comunicación sin querer hacer el esfuerzo de atender a aquello que el otro realmente nos dice. Lo es querer que nuestra estrecha visión de la realidad se corresponda con lo que otro es, que probablemente nada tenga que ver con nuestros anhelos o ilusiones más inmediatos.
Podemos ser tóxicodependientes cuando buscamos fuera lo que solamente podemos encontrar dentro; cuando nos aferramos a personas, cosas, o ideas, atendiendo solamente a lo que aparentan. Una tóxicodependencia puede nacer de algo tan aparentemente incorruptible como un buen libro, si lo convertimos en objeto de nuestros caprichos, proyecciones o frivolidades del momento. Podemos ser tóxicodependientes de nuestros amigos, cuando no los dejamos respirar esperando que se ajusten a nuestras ilusiones y nuestros engaños. Salir de este mecanismo es difícilisimo, si bien otro modo de relación más sano es en realidad mucho más simple. Pero si no podemos siquiera identificarlo en nosotros mismos, con toda la carga de perversión que tiene, difícilmente podremos evitar sus consecuencias. Darse cuenta es un paso. Hacerlo, otro muy distinto.
Son este tipo de dependencias, y no al revés, las que desencadenan las adicciones a sustancias como las drogas, el alcohol u otro tipo de adicciones como pueden ser el juego, la televisión o incluso las redes sociales... Las religiones deberían ser un medio para liberarnos de dichas dependencias, o al menos hacerlas más conscientes. Y, de hecho, cuando las religiones son auténticas, cumplen sin duda alguna dicha función, puesto que nos ayudan a reconocer todo cuanto es ilusorio y proyectivo y nos muestran la realidad.
Un mecanismo de dependencia aparece en el momento en el que dejamos de reconocer al otro como lo que es y lo convertimos en una proyección de nuestras propias ilusiones, sean del tipo que sean. Es una forma sutil y sibilina de anulación del otro. Lo es buscar formas de comunicación sin querer hacer el esfuerzo de atender a aquello que el otro realmente nos dice. Lo es querer que nuestra estrecha visión de la realidad se corresponda con lo que otro es, que probablemente nada tenga que ver con nuestros anhelos o ilusiones más inmediatos.
Podemos ser tóxicodependientes cuando buscamos fuera lo que solamente podemos encontrar dentro; cuando nos aferramos a personas, cosas, o ideas, atendiendo solamente a lo que aparentan. Una tóxicodependencia puede nacer de algo tan aparentemente incorruptible como un buen libro, si lo convertimos en objeto de nuestros caprichos, proyecciones o frivolidades del momento. Podemos ser tóxicodependientes de nuestros amigos, cuando no los dejamos respirar esperando que se ajusten a nuestras ilusiones y nuestros engaños. Salir de este mecanismo es difícilisimo, si bien otro modo de relación más sano es en realidad mucho más simple. Pero si no podemos siquiera identificarlo en nosotros mismos, con toda la carga de perversión que tiene, difícilmente podremos evitar sus consecuencias. Darse cuenta es un paso. Hacerlo, otro muy distinto.
Son este tipo de dependencias, y no al revés, las que desencadenan las adicciones a sustancias como las drogas, el alcohol u otro tipo de adicciones como pueden ser el juego, la televisión o incluso las redes sociales... Las religiones deberían ser un medio para liberarnos de dichas dependencias, o al menos hacerlas más conscientes. Y, de hecho, cuando las religiones son auténticas, cumplen sin duda alguna dicha función, puesto que nos ayudan a reconocer todo cuanto es ilusorio y proyectivo y nos muestran la realidad.
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