Me pregunto qué es lo que sucede cuando pasa por nuestra mente algún elemento que más tarde, o casi simultáneamente, encontramos en la realidad. A menudo lo recordamos muy bien. Podemos recordar perfectamente el momento en que hemos pensado en algo mientras íbamos en bicicleta y nos hemos detenido en tal semáforo determinado. Recordamos algo tan aparentemente absurdo o banal como que nos hemos dicho, mientras esperábamos, que hace mucho tiempo que no sale publicada ninguna noticia sobre tal equipo deportivo o que tal autor de novela negra hace tiempo que no publica un nuevo libro. Cuando poco después se ve una noticia de ese género o se descubre que una nueva novela del autor ha salido, uno se sorprende y admira, pero lejos de atribuirse supersticiosamente dotes adivinatorias que no tiene, se da cuenta de que se debe a un fenómeno tan simple como que la mente es algo que en definitiva trasciende la propia individualidad y que por lo tanto no hace falta más que una cierta capacidad de lectura interior para poder vislumbrar aquello que sucede lejos de nuestra percepción inmediata de la realidad, e incluso más allá de la propia conciencia. Descubrir este hecho es a la vez simple y fascinante y nos permite explorar otros niveles de la misma sin tener que dirigir la atención lejos de lo que acontece en el nivel de pensamiento. Prestar atención a este fenómeno es una forma bella, constante y dinámica de meditar. Nada nuevo, pero algo que quizá nos permite conocer un poco mejor nuestro funcionamiento interno.
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