martes, 25 de agosto de 2020

Alma pobre e impura




Mi alma no es pura.

Mi alma es árida y amarga
llena de rincones y de desvíos
de escollos y de curvas.

En las montañas escarpadas
se pierde en la senda difícil
aquella tortuosa y empinada
donde habitan serpientes y reptiles.

Por eso mi alma llora.

Llora porque parece destinada
a errar, a equivocarse
a caminar y a tropezar siempre
en la dureza de las piedras blancas
entre las puntas afiladas de las rocas.

No es un alma redonda
sino puntiaguda. 

Es un alma que sangra.

Que a veces, pocas veces,
percibe la fluidez del camino.

Pero que casi siempre, 
lucha y se hace sangre entre espinas
se lamenta por su exilio de sí,
por no estar nunca en casa.

A veces mi alma seca
llega sin querer a una fuente
que muy pronto abandona
y su caminar es recuerdo, anhelo
o simplemente nostalgia.

Pero la sed no se apaga.

Así es mi alma:
pobre y cansada,
llena de ausencias 
que no hablan.

Y cuando al fin la presencia la alcanza
y se siente de pronto en el corazón de la vida
su alegría es tan grande
que carece de fuerzas para soportarla
y huye, de nuevo, 
a los márgenes del camino.

No sé decir si permanecerá
algún día
en la fluidez, 
la frescura
 y el gozo.

Pero, mientras tanto,
 llora al volver a ver 
sangre en los dedos.

Y a veces, 
muy pocas veces,
calla y mira.




Un profundo agradecimiento a todas las personas que, de un modo u otro, me cruzo en el camino: aquellas con quienes solamente intercambio algunas palabras, y aquellas cuyos pasos resuenan, día a día, junto a los míos.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario