¿Dónde se ha ido aquella poesía
que inundaba mis días
arrancándome del sopor,
acariciando mis heridas?
Poesía que, como aguja
como puñal
como voz,
me arrebatabas el sueño
regalándome tus caricias,
consumiendo con tu fuego
mis mentiras.
Ahora te encuentro en la mirada
que cada día me atraviesa,
en los ojos de las personas
que me cruzo.
En el silencio que en la medianoche
te recuerda.
En esta luz que, por vez primera,
me hace sentir la pena
por el final de los días.
Te encuentro en cada rincón
de las calles vacías,
en cada sombra que habita las arrugas
de un rostro anciano
en esta brisa que estremece
las hojas, la hierba,
la superficie del lago.
En el milagro de los reflejos del sol
que tiñen de dorado
todas las superficies.
Todo es amor.
Y en esta ternura que todo lo invade,
en esta conmoción ardiente y dulce,
te deshaces.