Llegará un día en que encontrarás tu propia voz.
Todos hemos pasado por ello.
Buscarás entre las esquinas, en las páginas de los libros, las pantallas de cine, las óperas, las sinfonías, la música pop. Buscarás y buscarás y tu voz se parecerá demasiado a la de tus vecinos. Creerás haberla encontrado, y pocos días después, tu propia voz será muda y hermética.
Pero acabarás encontrándola.
Tienes que encontrar solamente quien te lo permita.
Y quizá, para eso, tengas que atravesar largos períodos de soledad y silencio.
Te darás cuenta de que has estado buscando tu voz en los lugares equivocados. Que tu voz no podrás encontrarla nunca en la belleza del otro, por hermosa que sea.
Y habrá un día en que dejará de preocuparte si tu voz es o no es bella. Ni siquiera te preocupará si es la tuya. Y sentirás que ya no puedes seguir callando, porque callarte sería renunciar a tu propia vida.
Te sorprenderás escribiendo o diciendo cosas que jamás habías soñado escribir o decir. Quizá ni siquiera te gusten. Pero no por eso dejarás de decirlas.
No te importará lo que digan. Pero sí te importará el acto de decir.
Y sabrás que es tu voz porque no podría ser de otra manera.