Calles encendidas por el viento
despiertan de largos ensueños.
Calles de agua, de sal y de luz
penetran los rincones del recuerdo
y el tacto humilde de la brisa
silba canciones sin tiempo.
Todo se detiene aquí.
A pesar del flujo constante
el movimiento de laberinto sin destino
el deslizarse veloces entre las esquinas
de pájaros, de almas errantes, de turistas.
A pesar de todo ello
algo hay de permanente en Venecia
retorno a un lugar siempre nuevo
y siempre conocido,
exploración de un paisaje
que se deja entrever, tan sólo
en el destello del sol sobre el agua
en el azul, el granate, el rojo desgastado
de una sangre que corre como tinta
por los canales.
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