martes, 26 de enero de 2016

Encuentro sin encontrar la vida


 Por muchos países que recorra
por muchos lugares que visite
por muchas personas que conozca
mi vida no la encuentro.

Vislumbro en mí un hombre avaro
que como en el cuento del rey Midas
pierde lo que más aprecia
pues al ser convertido en oro
queda desprovisto de vida.

Por muchas cosas que aprenda
por muchos dones que cultive
mi vida no la encuentro.

Permanece encerrada
en mil conocimientos adquiridos
que al no poder ser compartidos
me roban el amor. 

Permanezco a la espera
ante millones de puertas.

Millones, sí, cerradas
mientras transcurre el tiempo
y no tengo el coraje de abrir
una sola de ellas,
ansiando vanamente
poseerlas.

Quizá la vida que busco
se encuentre en la más apartada
la más sencilla y pequeña.

Pero hay en mí una mujer avara
mezquina y egoísta
que me hace creer que la vida
se halla precisamente en aquello
que en realidad me la quita.

Así, los bienes, las lenguas, los dones
se convierten en la ruina
de quien no se ha hecho capaz todavía
de dar un pedazo de sí,
de abandonar bienes y dones
por el único bien, único don:
la vida.

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